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Salí del salón con la cabeza baja, cada lección del día se me hizo imposible de aprender. Fisicamente estaba ahí, en medio de todos, pero mentalmente me encontraba en Plutón, con ansias de...

Morir. O matar.

Y cada vez que me perdía en mis pensamientos recordaba que las cosas se hacían por algo. Que el camino y el sacrificio era forjado con razones sustentables.

Pero mis ganas por la vida las veía bajo cero, muy inestables y confusas. Un sube y baja de emociones, con hormonas y arrepentimientos, sobre todo por el día de navidad. No sabía la razón del beso, un desliz que me puso a pensar más de la cuenta.

Solo pasó, Vellty.

Te lo buscastemisma.

Lo necesitabas con urgencia.

Tener una pizca de realidad era lo único que necesitaba, y cuando salí del internado a respirar aire puro me llevé la grata sorpresa de ver copos de nieve caer. Mi alivio fue de inmediato, a las alturas de un treinta de diciembre por fin podía ver algo natural surgir.

El penúltimo día del año, sin saber a dónde ir, con el pecho oprimido, lágrimas en los ojos, y la respiración entrecortada.

Respiré profundo, buscando calma, apartando los recuerdos y centrado mi mente en el ahora. Y justo el ahora me golpeó toda la cara cuando vi a Ailey detenerse frente a mí, con una elegante gabardina roja y el cabello recogido en una cola de caballo, luciendo impecable.

—No huyas—sujetó mi hombro con una de sus manos—. Cada maldita vez que quiero hablar contigo huyes, Vell.

Miré a mi alrededor, solo éramos nosotras dos en el jardín trasero.

—No tengo razones para oírte.

—¿No? ¿Estás segura de ello?—preguntó en tono divertido—. ¿Qué hay de Wilre? Sino fuese por Harry no te fueras enterado que era la puta hija de Snyder.

—¿Y ya?—bufé—. ¿Eso era todo lo que querías decir? En estos momentos es lo menos que me importa.

Ailey dio un paso atrás, con una sonrisa bailando en sus labios.

—Bien, no te importa—asintió—. Imagino que por eso evitas a medio mundo y divagas por los pasillos.

—Es mi problema.

—¿Y crees que nadie se da cuenta de tu actitud? ¡Hay más de cuarenta personas aquí dentro, Vellty! ¡Para todos eres la hija del gran Danforth! ¡Compórtate como tal! Pareces una estúpida muerta.

Volqué los ojos. Por dentro esperaba cualquier cosa de ella, algo que me ayudara a recordar las razones por las cuales era mi amiga.

—No me interesa la opinión de nadie.

La chica de ojos pardos negó y bajó la cabeza.

—Claro, al igual que no te fueron de interés mis razones en la vida y me diste ley del hielo.

La voz de Ailey, cada palabra, todo de ella me ponía a pensar en los errores.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora