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Me sentía inservible y patética en medio del agua. Mi cabeza no ataba clavos ante la situación.

¿Qué estaba pasando?

Llegó un momento donde me desesperé, mis pies pataleando, mis manos en descontrol y yo apunto de pasar al otro lado.

Tuve que enfocarme, ver el problema desde otra perspectiva, solo tenía un lapso de cortos segundos antes de terminar muerta.

Dejé de mover mi cuerpo. Podía aguantar menos de tres minutos en el agua sin que mis pulmones colapsaran. Y ya iba más de uno, eso era seguro.

Entonces lo vi, el cabello cayendo precipitadamente en la bañera. Era una mujer, pero no distinguía su rostro. Ella hundía mi cuerpo con fuerza, dejando sus manos en todo mi pecho desnudo.

Tenía que actuar. Era ahora o nunca.

Como pude hice llegar mis manos a su cabello para halar de él y zarandear a esa mujer. Mis extremidades no eran las más largas, pero fueron lo suficiente para que ella perdiera equilibrio y yo pudiese salir a flote. Salí respirando por la boca y agua escurriendo por mi nariz. Con la vista un poco nublada, no distinguía nada hasta que la mujer intentó hundirme de nuevo.

Esa vez la vi con perfección.

Era Wilre.

Mis ojos ya abiertos a tal punto la observaron, analizando porqué demonios hacía eso. Pero nada se encontraba en sus cabales. Ella muy desorientada y yo molesta.

Salí de la bañera a resbalones por la cerámica. Ella sujetó mis hombros y quiso regresar mi cuerpo a la bañera.

—¡Suelta! ¿Qué carajos te pasa?—aparté sus manos.

Cuando logré pisar tierra firme ella alzó su mano, lista para golpearme. No decía nada. Solo actuaba como una cavernícola sin razonamiento y chocante. Sentí el impacto de su mano en mi mejilla, palpitante por toda la zona.

No fuese accionado a sus agresiones, sino fuera detallado su mirada. No era la mirada de la chica que conocía, Wilre no actuaria sin razón alguna a menos que tuviera que salvar su trasero, y sus ojos nunca se verían como un pozo negro, sin emociones.

No era Wilre.

Me balancee sobre ella y forcejeamos antes de caer en el suelo del cuarto de baño. Golpes tras golpes. Me volví a sentir patética, estaba desnuda y con intensiones de agredir a una loca que me molia a golpes con sus manos delicadas.

—¡Quieta! ¡Joder! Quédate quieta—agarré sus muñecas, pero era muy rápida.

Su delgado cuerpo se escabullia con facilidad.

Me empujó y mi cabeza chocó con la bañera, un mareo se manifestó y tuve que sobar la zona. Tirada en el suelo y más adolorida. Ella aprovechó eso para darme una patada en las costillas. Usaba la fuerza bruta como su mejor alida.

—¡Ya!—pero eso no funcionaba, no se detenía.

Tomé sus tobillos con fuerza para descomponer sus actos y hacer que se tambalera y cayera al suelo. ¡Por satanás! Esa chica era una loca.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora