44. Legado

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Mierda. Me quedé en blanco, sin saber qué hacer o qué decir. Lucifer se acercó a mí.
- No sólo no permites que entren en mi reino, si no que la traes a mi casa, y para colmo de males, a la ceremonia de mis nietos, poniéndolos en peligro. ¿¿SE PUEDE SABER A QUÉ JUEGAS, EVELYN??
Lucifer me sujetó de la chaqueta, y me zarandeó, me tuve que zafar, como pude, y sujetarlo, para defenderme.
- ¿¿Te crees que no lo sé?? ¿¿Te crees que mis hijos no están ahí en primera fila?? ¿Crees que no sé qué algo no encaja? ¡¡Sólo estoy tanteándola, Lucifer! ¡Además, fue tu hijita la que me pidió que la curase!
Eso pareció molestarlo, y dejó escapar a Satanás.
- Escúchame pequeño escupitajo, no juegues conmigo, soy el mal, la oscuridad, el dolor, el cáncer en tus huesos, puedo hacer que te arrodilles ante mí, en un segundo, no me provoques, o te las verás con un poder, primigenio, que no puedes entender ni controlar, pequeña Evelyn- Me sujetó del cuello, apretando con fuerza, Satanás era el terror y el poder absoluto, pero, yo lo vi.
Yo sé cómo es.
Yo sé quién es.
Yo sé lo que es.
YO VI CÓMO ES ÉL.
- Lo mismo digo…Luxfer…- Dije con rabia, casi sin aire, haciendo fuerza con sus manos, para que me dejase respirar.
Y dio resultado, porque le produjo un ataque de risa, y me soltó, para hacer temblar el palacio con su risa de ultratumba.
- Si, eres una fierecilla, pero eso no te exime de la culpa- Usó su cetro, para aprisionarme contra la pared.
- Ahora dime, ¿Por qué el centinela no informó a su rey de que un esbirro del cielo, anda en su reino? Habla, o te haré pagar.
- Charlie me llamó para que la curase, mi señor, tuve que usar el Enoquiano, estaba malherida, y en ese momento no pareció una amenaza, además, es la pareja de Vaggie, y quiero saber qué hace aquí, no creo que la tortura sea el mejor método, soy la Centinela, no la carnicera- Dije casi sin aliento. El rey me miró, y habló:
- Buena jugada, pequeña fierecilla, bien pensado- Parecía calmarse, estar satanás Bajo control, cuando me puso el cetro bajo la barbilla, apretándolo tan fuerte, que me lastimaba- Pero como vuelvas, a ocultarme algo así, será lo último que hagas, ¿Entendido?
- No he ocultado nada, si no, no la habría dejado entrar, Satanás- Dije casi sin voz. Me estaba quedando sin aire. Se acercó aún más a mí.
- ¡Ja ja ja! ¡No sé si eres valiente, o estúpida! – Me soltó para reírse.
La conversación se vio interrumpida por unos golpes en la puerta.
- Su altísima majestad, lo requieren en la fiesta.
Me soltó, aproveché para respirar, mirándolo con ira. Se giró antes de llegar a la puerta.
- Averigua, quién anda detrás de esto, y encárgate de ella. Corrómpela, hazla caer.
- A su servicio- Dije reponiéndome.
- Esa es mi Chica- Cerró la puerta, y aproveché para reposar en la pared.
- Joder…
Tras unos segundos, reponiéndome, entré, a la sala, me senté en la barra, y pedí un trago. Seviathán vino.
- ¿Cielo? Estás pálida, ¿Qué te pasa?
- Ah, no es nada, Satanás…
- ¿¿Es que ha pasado algo malo??
- No, calma, son asuntos de estado, pero sabes cómo es, nos entendemos.
- Evelyn, no me gusta que- No pudo terminar la frase, ya que Alexei se me lanzó a abrazarme.
- ¡¡Gracias mamá!! ¡Mira, hasta el primo Axel está alucinando!
- DE nada, mi niño, hola, Axel, enhorabuena por tu coronación, joven señor.
- Gracias, tía Evelyn, felicidades Alexei, el limbo es peligroso, según mi abuelo.
- Así es, pequeño señor, no te asomes, es casi imposible salir, podrías no volver.
- Eso haré, ¿Y Mérida?
- Pues con el brujo anda… ¡Geralt! ¡Ven, te requieren!
Geralt se acercó, abrazándome.
- Centinela, me alegro de verte tan bien, Mérida es extraordinaria, me llevará tiempo entrenarla, pero seguirá los pasos de su padre, el leviatán corre por su sangre.
- Bueno, eso es extraordinario- Dijo Seviathán con orgullo- Decididamente, Evelyn tuvo buen ojo al elegirte como maestro suyo, aunque las normas de los brujos difieran tanto con las del infierno.
- Así es, son diferentes, así que Mérida lo será también.
- Por cierto, se le ve, muy emocionada, hablando con sus amigas. Viene hacia aquí.
- Madre, gracias… ¡Gracias mamá!
- De nada, mi niña, escucha todo lo que Geralt te diga, hazle caso, y aunque te caigas, vuelve a levantarte. No te rindas, nunca, cariño.
- No lo haré, nunca, te lo prometo mami- La besé en la mejilla.
- Así me gusta, mi cielo- La tomé entre mis manos- Eres tan hermosa como tu padre. Tienes su mismo poder, tú, y tu hermano, sois mi orgullo, sé que lo haréis bien.
La reina, se acercó.
- Madre suprema del infierno- Besé su mano.
- Evelyn, una gran decisión la de dar responsabilidad a tus hijos. Sabia elección. Ahora, señores, ¿Puedo hablar con el centinela, a solas?
- Claro, majestad- Respondió Seviathán.
Me quedé a solas con la reina.
- Mi señora…
Evelyn, sé que Satanás te ha enfrentado y sé cuál es el motivo, algo te habrá hecho actuar así. Sólo actúas en caso de peligro, y por alguna razón, tus poderes no se activaron. Sé que algo te dice que no es una amenaza para mi reino.
- No, mi señora. No lo es.
-Bien. Ahora… ¿Podrías hacerme un favor?
- Por supuesto madre.
Echa un ojo a tu alrededor y dime qué ves.
Me giré, y allí estábamos todos, una fiesta espectacular, invitados de todas clases, y de todas las dimensiones, no sólo existe el infierno, y los nueve círculos, hay muchos mundos, por ejemplo, el de Geralt, y sólo los seres más poderosos podrían crear portales para pasar de un mundo a otro.
Entre todos los invitados, destacaba una mujer, de porte elegante, esbelta, de rostro pálido, ojos color ámbar, y vestido de época victoriana.
- Madre, esa mujer, es más alta que tú...pero hay algo en su aura…que no me gusta, parece elegante, sutil, pero sus intenciones son oscuras, no me gusta, madre.

El Maestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora