45. Sin Tregua.

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La casa temblaba con cada sacudida. Era terrorífico

- ¡¡Madre!! ¿¿Qué está pasando??
- ¡Esa hija de puta! ¡Seviathán, vamos a palacio Ya!

Nos transportamos rápidamente, al salón del trono, donde solíamos pasar los exterminios

-¡¡Evelyn!! ¿¿Qué está sucediendo??
- ¡¡¡Es Dimistrescu, padre, está arrasándolo todo!!!
- ¡Maldita sea!
En ese momento, aparecieron Charlie, Alastor, acompañados de sus hijos, junto a Vaggie y Scarled.
- ¡¡¡papá!!!- Lucifer abrazó a su hija y a sus nietos como si le fuera la vida en ello.

- ¡Están atacando el hotel, papá, está protegido por el hechizo que mamá le puso, pero no durará mucho!

El palacio temblaba con cada bocanada de fuego que Lady Dimistrescu echaba sobre las instalaciones.

- ¡Esto es demasiado, se las verá con Satanás!
Mi padre, en su cólera, iba a llamar al príncipe, pero la reina y yo, lo frenamos.

-¡¡Padre no!! ¡Espera!
- ¿A qué, Evelyn? ¿A que destruya la ciudad que con tanto fuerzo levantamos tu madre y yo?
- Espera, padre, no caigas en la trampa. Si el príncipe del mal aparece, será una batalla donde solamente queden cenizas.

- ¿Qué sugieres, Evelyn?

Me cuadré, y me erguí. Era mi momento.
- Bien, señores, Axel, Alastor, defenderéis palacio, por si se abre una brecha, Alexei, vigilarás el limbo, padre, madre, permaneced en palacio, vuestro poder mantiene la barrera en pie, Charlie, ve al hotel, y mantén a los huéspedes a salvo, y todo lo calmados que puedas, y…
- Perdón- Interrumpió Scarled.
- ¿Sí? - Dije, ingenua.
- Perdonad, majestad, dejad que ayude, sé que sabéis lo que soy, pero al igual que el rey, los míos tienen ajustes pendientes con la bestia que afuera está arrasando con todo. Dejadme que proteja el hotel, con mis poderes.
-Mmm…- Mi padre sopesó la oferta.
- Está bien, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, irás con Aradia, y formarás un escudo para proteger el hotel, allí se refugian muchos nacidos en el infierno.
- A su servicio, majestad.
Aradia, y Scarled, se fueron con Charlie, y yo me quedé con Mérida y Seviathán.
-Bien, ahora oídme todos bien, sólo hay una criatura, que puede frenar a esta monstruosidad…
- ¿Cuál, mamá?
- El Seviathán. Harold, es tu turno.
- ¿Qué? ¿Estás loca, Evelyn? - Harold palideció.
- Evelyn tiene razón. Dimitrescu maneja el fuego, pero tu elemento, es el agua, Seviathán- LA voz de Geralt sonó en la sala. Sólo un poder contrario, puede frenarlo, pero no matarlo.

- ¿Cómo dices, brujo? - El rey se inquietó.
- Majestad, la piel de un dragón está recubierta de escamas duras, impenetrables, es casi imposible matarlo.

- “Casi imposible, Geralt”. Dime, ¿Cuál es el punto débil?
- Astuta, Centinela, muy astuta. Bajo el cuello, tienen un punto flaco, una zona donde las escamas son de distinto color, las verás, si logras hacer que se acerque.
- Bueno, eso es tarea nuestra, ¡Vamos, Mérida! -
- ¿Qué? ¿Mamá?
Me dirigí a mi hija, la tomé por los hombros. La miré directamente a los ojos.
- Escúchame, hija, sé perfectamente que naciste para hacer algo grande, en ti, el poder que se gesta es mayor de lo que pensé en un momento. Ahora, es tu momento, ven conmigo, si hay alguien capaz de hacer eso, eres tú.
- ¿Y por qué no tú, madre?
- Mi tarea es el cuerpo a cuerpo, no tiro al arco, ven, ¡vamos ya!
Mientras me iba, di órdenes a Seviathán.
- ¡Harold, ve al estanque donde tuvimos nuestra primera cita, e invoca a la bestia de los abismos! ¡no te reprimas, no muestres piedad, pues el enemigo no la mostrará! ¡Eres el señor del Leviatán, Harold!
- ¡A tu servicio, Centinela! -
Me dirigí con Mérida a una habitación, donde había muchísimas armas, de todas las épocas, tamaños, pero en una vitrina, había una, guardada con mucho recelo.
- ¿Qué arma es está, madre?
- Esta, es la lanza de Miguel, la mano de Dios, está casi me mata, por eso la tenemos guardada aquí.
Golpeé la vitrina, y la rompí, tomé la lanza, y con un hechizo, en voz baja, se transformó en una flecha.
- Bien, vamos, Mérida.
De vuelta al gran salón, Harold me seguía esperando.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué sigues aquí?
- Esta hija de perra se dio cuenta y no puedo moverme de aquí.
- Centinela, si alguien sale, por esa puerta, lo fulminará, los demás se fueron justo a tiempo, pero nosotros no podemos movernos- Añadió Geralt.
-Oh…ya veo, bien, esto requiere una ayudita extra.
Silbé, y el ruido de mi moto, hizo retumbar el salón del trono real.
- Bueno, Hellraider, ¿Cuánto tiempo, ¿eh?
La moto parecía tener vida propia, tener alma. Me subí en ella, chasqueando los dedos y cambiando a mi ropa de chica mala habitual en estos casos.
- ¡¡ Bien, escuchadme todos!! ¡¡ Voy a entretener a esa perra, a alejarla de palacio y del hotel!!  ¡¡Mérida, dirígete a la torre del reloj!! ¡¡Espérame allí!! ¡¡Harold, ve e invoca al leviatán, aplasta a esa asquerosa todo lo que puedas, hasta que llegue yo! ¡Majestades, el resto está en sus manos! ¡Al amanecer, mirad hacia la torre del reloj, cuando las campanas toquen!
Mis padres me miraron decididos, y Noche, apareció, frotándose en mi pie.
- Noche cariño, quédate aquí, volveré.
- Cuidado, Fierecilla.
- Ten cuidado, mi amor- Harold me besó.
- Lo tendré. Mérida, usa tu mejor arco, Geralt sabe cuál es.
- Si, mamá.
- Cuidado, pequeña Nefilim.
- Evelyn Magne a su servicio. Bueno, ¡Vayamos a por esa cabrona, Hellraider!

El Maestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora