55. Longinos

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Anduve, por el mundo, donde mi señor me dijo, durante meses, casi un año, en busca de lo que me mandó. Otro no hubiera podido hacerlo; era una misión tan peligrosa, que no quiso inmiscuir a nadie más que a mí y a él.

La última conexión que tuve con el rey, fue corta, pero intensa.

"-Fierecilla, ¿Qué tal? ¿Cómo vas?

- ¿Cómo te crees que voy, Lucifer? Harta.

- Cálmate, te queda poco, noto que estás cansada, pero tu fortaleza va más allá de lo que crees. Estás cerca.

- Eso lo intuyo, pero, ¿Qué haré cuando la tenga entre mis manos? ¿Cómo proceder?

- Pues cuando llegue el momento, sólo trata el objeto con cuidado, y vuelve lo más rápido posible, fierecilla. Te están buscando y te pisan los talones.

- No hace falta que me lo jures, ya llevo un par de encontronazos contra ellos, y cada vez me es más difícil. Espero que el nuevo centinela, esté a la altura"

- "Oh, claro que si, fierecilla, es un portento. Está haciéndolo muy bien. Tu nieta nacerá dentro de poco, lista para ver a su abuela. Mérida está hecha toda una mujercita, y Seviatán te extraña, está melancólico.

- Espero que todo esto valga la pena.

- Lo hará, fierecilla, lo hará. Bueno, he de dejarte, mi señora me reclama.

- Hasta otra pues, Lucifer.

- Hasta otra, Evelyn"

La encontré en el sitio más recóndito, que se pueda imaginar: En el Himalaya. Qué locura. En el templo más recóndito, ahí, envuelta en una bandera nazi.

Me resultó jodidamente difícil, llegar hasta ella, pues tenía un par de guardas alados, que la custodiaban. Me tuve que emplear a fondo.

- Sabéis a lo que vengo. Apartaos.

- No podemos dejar a nadie, sabes perfectamente que el artefacto debe permanecer aquí- Me respondieron.

- Entonces no queda otra.

Sacaron sus armas, dispuestos a morir por defender el arma.

Uno de ellos, fue especialmente valiente y feroz, tuve que sacar la lanza de mi padre Amenadiel para frenarlo.

- ¡Ya basta! ¡No quiero matarte, sólo tomaré el arma y me iré!

- ¡No puedo, sigo órdenes al igual que tú!

Me atacó, y me rozó, pero al mismo tiempo, lo ensarté, acabando con él. Tomé su cuerpo, moribundo, entre mis brazos.

- Siento haber llegado a esto, hermano- Dije consolándolo en sus últimos momentos de vida.

- Sólo cumplimos órdenes de nuestros señores- respondió con una sonrisa- El tuyo, aparenta ser quien no es, esto te lo mostrará la verdad...- Sacó un pergamino y me lo dio.

- Que tu espíritu encuentre la paz allá donde vaya, hermano- le cerré los ojos al momento que dejó de respirar.

Entré al monasterio. Llegué a la sala oculta, no sin antes esquivar un par de trampas que casi me vuelan la cabeza.

- ¡Mierda!

Esa flecha me rozó. De verdad no hubiera querido ver a Alexei, en esta situación.

Abrí el arca, tomé una respiración profunda, y la miré.

- vamos allá.

Al tomarla, y guardármela, en la chaqueta, en un compartimento oculto, juro que noté una energía oscura, llanto, dolor, que me atenuó el pecho. Sin duda, el rey hizo bien en elegirme a mí, no hubiera permitido que mi hijo hubiera tocado esta mierda

El Maestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora