Capítulo 4

76 12 6
                                        

"Para sanar las heridas internas"

—Blake Vaughan—

Tomé el metro con Kate, las dos alcanzamos asiento y ella iba parloteando acerca de que tenía que poner una vez en su lugar a Dante, pero que no tenía qué pasarme si no quería que me dejara.

La verdad es que lo había reflexionado en el camino y Kate me había convencido que él sólo estaba preocupado, tenía razón, probablemente no quería que lo dejara por otro y se preocupó de que no lo conociera.

— Seguramente creyó que te podía hacer daño, ustedes son la pareja perfecta, obviamente se preocupa por ti. — dijo Kate.

Llegamos al colegio y me entró el momento de pánico en cuanto localicé a Dante en mi radar. Cuando el notó mi presencia, los demás del grupito la notaron también e inmediatamente se callaron para escuchar el chisme. Dante se acercó a mi y pasé saliva cuando estaba a menos de dos metros de mi.

Parecía que ya era chisme lo nuestro, pues un inmenso silencio inundó el pasillo y sentí la mirada de todos posarse sobre nosotros.

Él simplemente tomó mi mano y me arrastró dentro de un salón para no hacer una escenita de esas que según él "dañaban su imagen". Al entrar me miró fijamente, con su mandíbula tensa y mirada asesina.

— Habla — me dijo intentando mantener la cordura.

— No te fui infiel, si eso es lo que piensas. — dije con los brazos cruzados en mi lugar.

— Bien, ahora dime. ¿Con quién estabas?

— Haciendo un proyecto, ya te lo he dicho.

— ¿Con quién?

— No lo conoces.

— ¿Cómo se supone que confíe en ti si no se con quién estabas?

— Se supone que deberías confiar. En una pareja debe haber confianza.

— Pues eso me preguntó yo ¿Dónde está la confianza si no me quieres decir un maldito nombre?

Tenía razón, yo misma solté lo de la confianza, además de que no había nada que temer sabiendo que no había hecho nada malo.

— Damon, pero no lo conoces.

— No, no conozco ningún Damon. ¿Apellido?

— ¿Por qué quieres saber eso?

— Porque si, responde.

— No lo sé. — mentí.

— ¿No lo sabes?

— No

— De acuerdo, necesito que me digas estas cosas, ayer estaba preocupado.

— Lo sé y lo siento.

— Está bien. Estamos bien.

Tomó mi mano y salimos como dos tortolitos hacia el pasillo, donde los cuchicheos cesaron por un momento antes de volver a sonar aún más fuertemente cuando notaron nuestras manos entrelazadas.

DiáfanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora