Capítulo 15

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James estaba ansioso, tenía 10 minutos esperando a Severus, sabía que no iban a ir ni de paseo, ni de diversión, sino a un entierro, al entierro de la mamá de él, tenía que ser doloroso, no se imaginaba lo que pasaría si a su madre le llegara a faltar, enloqueceria.
Al rato salió el chico del baño, todo de negro, se veía tan bien, que le estaba tomando todo su autocontrol para no tirarse encima y desnudarlo, por Merlín un color debería estar prohibido que le quedé tan bien a alguien.
-Deja de mirarme así Potter.
-¿Así cómo?
-Como si fuera un pedazo de carne y llevaras meses sin comer.
-Es que te ves jodidamente bien.
Severus desvió el rostro, James presentía que se había sonrojado, e inconscientemente sonrió, por ser el causante de esa reacción del Slytherin.
-Deja de hablar tonterías y vámonos.
-Ok vamos- caminó hasta la puerta y la abrió, con un gesto le indicó que pasara-, pero antes-, lo tomó del rostro y lo besó-, mi beso de buenos días.
El Gryffindor observó con orgullo como el otro estaba atontado, y eso fue suficiente para inflar su ego, cuando el pelinegro se recuperó, le dio una de sus peores miradas y se adelantó, James lo siguió con una sonrisa orgullosa.

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Ambos llegaron al despacho del director que los recibió con una sonrisa, y les tendió una tetera, eso los iba a llevar al cementerio donde iba a celebrarse el entierro, y para regresarse, les tocaría tomar la red flu desde el caldero chorreante.
Ambos tocaron la tetera, y en menos de un minuto estaban en la entrada de un cementerio, habían pocas personas reunidas, su acompañante se acercó a donde estaba esa gente, y se sentó en un lugar cerca del ataúd, el chico de lentes se sentía un poco extraño, sentía que sobraba, pero una parte le gritaba que no podía dejar a Severus solo, fue y tomó asiento al lado de él, y antes de decir algo, la misa del entierro comenzó.
-Hoy estamos reunidos, para celebrar la nueva vida de Eilenn Prince Snape...
El ministro muggle, hablaba sobre la vida luego de la muerte, pero para él eran palabras vacías, y eso que no era su madre la que estaba muerta, no se quería imaginar el dolor de Severus al saber que no tendría a su madre más nunca, y mentalmente anotó que debía escribirle una carta a su mamá diciéndole que la amaba.
Al terminar la ceremonia, el pelinegro se acercó a la tumba y dejó caer una flor, se quedó unos minutos observando como depositaban el féretro en el fondo del hoyo, por su postura se notaba que estaba llorando, pero antes de voltearse adoptó la postura regía y elegante que siempre lo caracterizaba, y se unió a dónde estaba él.
Iban saliendo hasta que una voz los detuvo.
-Debo suponer que tú eres él hijo de ella, ¿Cierto?, eres su copia-, dijo una mujer de edad avanzada, pero que tenía porte y elegancia.
-¿Quién es ud?-, respondió Snape a la defensiva.
-Camila Prince, madre de Eileen Prince.
Al recibir su respuesta, se tensó rápidamente, James al notarlo, instintivamente le tomó la mano, dándole a entender que estaba con él y no lo iba a dejar solo, cosa que pareció relajar al otro chico.
-¿En qué le puedo ayudar?
-Vine a darte mis condolencias, y brindarte mi ayuda.
-Pues déjeme decirle que su ayuda llegó 17 años tarde.
-Lo sé, y me arrepiento por eso, pero cuando tu madre se fue, yo perdí todo tipo de contacto con ella, y por más que la busqué jamás la encontré hasta hace poco, le prometí que la ayudaría, ella aceptó, pero luego...
-Murió, y más seguro fue a manos de mi padre.
James se sorprendió ante esa declaración, pero no dejó que esa emoción se reflejara.
-Si, digamos que los Prince tenemos una maldición.
-Eso ya lo sé, mi madre me lo contó y la vi vivir esa maldición en carne propia-, respondió tajantemente.
-Déjame ayudarte, por favor, quiero darte lo que nunca tuviste.
Snape se revolvió un poco incómodo por la propuesta.
-Piénsalo ¿Sí?, nos podemos reunir en navidad si quieres, y puedes llevar a tu lindo novio aquí presente-, le dijo brindándole una sonrisa gentil a James.
-Él no es...
-Estaría encantado de ir señora-, le dijo el Gryffindor con una sonrisa.
-Bueno, espero que me mandes una lechuza confirmando su asistencia.
Y con una última sonrisa se fue del cementerio.
-¿Por qué carajos aceptaste la invitación? sino eres mi novio-, le dijo Severus fulminándolo con la mirada.
La pregunta del millón de galeones, él tampoco sabría que contestar, ni siquiera se tomó la molestia en negar de que no eran novios, ni siquiera eran amigos, mejor dicho, no eran nada, ¿O si?.
Como respuesta, solo se encogió de hombros, y con las manos todavía sujetas salieron de ese triste lugar.
-¿A dónde vamos ahora?-, preguntó el Gryffindor.
La pregunta pareció incomodar al pelinegro.
-A mi casa, La Hilandera.

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