SEIS AÑOS ANTES
-Señora Dubois, ¿pudo su esposo darle alguna pista de su atacante? -inquiere Mauro Espinosa.
-Mencionó algo sobre una cicatriz...cicatriz en el labio. Aunque no estoy muy segura, me puse tan nerviosa al verlo en el suelo que puedo estar confundiendo los sucesos.
-¿Tuvieron algún problema en la ciudad? -pregunta el oficial. Marian traza una línea recta con sus labios y niega-. ¿Entonces por qué decidieron mudarse a Escamez?
-Mi esposo...-dice e instantáneamente se quiebra su voz-, me convenció de mudarnos. Él necesitaba inspiración para sus cuadros y yo buscaba un descanso de la ciudad y su ritmo acelerado -suspira y demora algunos segundos en reanudar la conversación-. Arturo había heredado la villa de sus padres. Se nos hizo factible no tener que pagar rentas, disfrutar de las vistas y llevar una vida tranquila y segura en Escamez. ¿Qué irónico, no?
-Acláreme una duda -pide Mauro-, aquí dice que su esposo hizo una denuncia hace unos meses por el robo de uno de sus cuadros y que usted se encargó de la investigación. ¿Es eso cierto? -Marian asiente-. ¿Es usted detective?
-Así es. Pedí mi traslado a esta Comisaría...se supone que debo comenzar a trabajar en una semana, justo después de año nuevo.
-¿La persona que robó el cuadro fue detenida? -Marian niega-. ¿Puede que haya sido capaz de cometer el asesinato? -niega nuevamente, obteniendo el ceño fruncido del oficial.
-No hizo falta encontrar a un culpable porque el cuadro regresó a su sitio poco después de que mi esposo denunciara su desaparición.
-Lo siento, no estoy comprendiendo. ¿Entonces no estaba perdido?
-No. Todo fue un malentendido, un simple descuido de Arturo -indica Marian.
El día en que recibió el aviso se reproduce en su mente.
«El teléfono de Marian sonaba con insistencia.
La llamada y el descuido de no haber puesto su teléfono en silencio estuvieron a punto de arruinar la captura de los ladrones. Por fortuna no fue así. Logró atraparlos -a ambos chicos- en el acto, midiendo con una cinta métrica la pintura que había descrito el señor Dubois.
-¿Qué demonios hacen? -gritó uno de ellos cuando le pusieron las esposas.
-Es usted sospechoso del robo de ese cuadro -explicó el oficial-, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra. Tiene derecho a guardar silencio y a un abogado de oficio en caso de no contar con uno propio -el chico abrió sus ojos, sorprendido por la intensidad de esas palabras y justo en el momento en que fue a protestar, el teléfono de Marian anunció otra llamada.
-Le escucho, señor Dubois -pronunció la detective, haciendo señas al resto de oficiales para que condujesen a los sospechosos hasta las patrullas.
-Hola, Marian. Verá...tengo que comunicarle algo importante pero no sé cómo hacerlo.
-¿Es sobre su obra maestra? -preguntó la joven, sonriendo de oreja a oreja.
-Sí...sobre...eso -titubeó-. Resulta que no ha sido robada.
-¡¿Qué?! -gruñó Marian, y el volumen de su voz detuvo a los oficiales.
-Los encargados de la galería llamaron esta mañana y confirmaron que ellos tienen el cuadro. Están tomándole medidas en una carpintería para poder fabricar los marcos -susurró apenado-. Olvidé que autoricé a los chicos de montaje a que sacasen una copia de la llave -Marian apretó los dientes, bramó algunas maldiciones y pateó la gravilla con la punta de sus zapatos-. Imagino que debo ir a cerrar la investigación.
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Las risas de Escamez TERMINADA
Misterio / SuspensoMarian Dubois no puede dormir. Las extrañas pesadillas están de regreso y le provocan insomnios. Justo cuando faltan pocas horas para que todos celebren la Navidad, el descubrimiento de un cuerpo mutilado a orillas del río destruye los planes. Ha...