El búho de madera se ha secado.
Brilla.
Es extraño que me sienta acorralado en mi nido, el sitio que me protege de mis mayores miedos. ¿Qué es la vida a estas alturas si mis propósitos he cumplido -rectifico- casi he cumplido? Es normal que me ponga a filosofar, con las puntas de mis botas rozando los zapatos de Valeria, solo por sentirme acorralado. Sí, es lógico.
Cierro los ojos y veo a Lucas. El recuerdo de su rostro rogando que le dejase en paz no me atormenta. En cambio, rememorar su risa burlona y aguda sí que me produce arcadas. Lucas, que pudo haber sido el resultado de mi amor por Julie terminó siendo el vivo reflejo de su traición.
El búho de madera se ha secado.
Después de aquella noche en la Galería de Arte, regresé a Escamez. Ella no volvió conmigo. Se quedó en la ciudad, seguramente con el maldito de Dubois. Me deshice del traje tan pronto entré en nuestra habitación, lo tiré al suelo y pisoteé la corbata. Desde el espejo de su tocador pude ver cuán afectado me encontraba. No podía ser yo, ese reflejo patético no podía ser el mío.
Apreté los puños. Tiré sus perfumes al suelo, haciendo que los frascos se quebrasen en pedazos. Las risas se repetían en mi cabeza. Una y otra vez. Una y otra vez. Halé las gavetas que contenían su ropa interior. Las halé con tanta rabia que también cayeron al suelo. Entre las telas esparcidas y el resto de sus pertenencias estaba el sobre. Resultados del test leí al inicio del documento. Resaltaban en negrita Positivo y Dos meses de embarazo.
Por mi cabeza pasaron tantos insultos que perdí la cuenta.
Julie Velle estaba embarazada, y la criatura no podía ser mía. Precisamente porque habían pasado más de cuatro meses desde la última vez que me había dejado tocarla. Esa noche esperé por Julie. Y al día siguiente, al otro. Para cuando regresó Junio, Julio y Agosto se habían esfumado del calendario y ya se notaba su vientre.
El búho de madera se ha secado.
Traqueo mis dedos. Masajeo mi nuca. La hora se acerca.
Julie intuía que yo caería a sus pies tan pronto nos reencontrásemos. Las mujeres suelen manejar a conveniencia a los hombres enamorados y yo me había convertido en la mascota de mi esposa. Entró a casa como si nada hubiese pasado, con la mano sosteniendo su barriga y una sonrisa de publicidad. Entonces fue mi turno de jugar. Le hice creer que me haría cargo del bastardo, la traté justo como ella esperaba (como si nada hubiese pasado). Así la convencí para que me acompañase al bosque. Así, en mitad de una cena romántica, los sedantes comenzaron a hacer efecto y para cuando Julie volvió en sus cinco sentidos, ya estaba encadenada de tobillos y muñecas dentro de mi nido.
Le alimenté, le di de beber, le estuve masajeando los pies y bañando con sales cada día hasta que dio a luz. Corté el cordón umbilical con una cuchilla de carpintero, arropé al recién nacido y le llamé Lucas. Como había planificado tan bien mi coartada, diciéndoles a todos que Julie y yo estábamos divorciados y que había regresado a Francia, no fue difícil deshacerme de ella. Sí, con deshacerme me refiero a torturarla hasta morir.
El verdadero problema vino después.
¿Qué rayos iba a hacer con el bebé? No podía quedármelo, tampoco dárselo de comer a los lobos.
Pensé en cosas tan absurdas como enviárselo por correo al desgraciado de Dubois o abandonarlo a un costado de la carretera para que alguien lo recogiese. Repasando opciones fue que encontré una salida que además de deshacerme del recién nacido me permitiría iniciar mi venganza.
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Las risas de Escamez TERMINADA
Mystery / ThrillerMarian Dubois no puede dormir. Las extrañas pesadillas están de regreso y le provocan insomnios. Justo cuando faltan pocas horas para que todos celebren la Navidad, el descubrimiento de un cuerpo mutilado a orillas del río destruye los planes. Ha...