Capítulo 10

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-Hemos terminado aquí, por ahora -informa Mauro al señor Ortega-. ¿Está su esposa disponible?

-No, Greta está descansando. El doctor Aguirre le dio algunos calmantes para que pudiese dormir al menos unas horas antes de que nos permitan enterrar a Lucas -dice Joaquín-. Pero si necesita que la despierte puedo...

-No, no hace falta. Vendremos en otro momento -interrumpe Marian y sus palabras apresuradas provocan que Mauro la estudie atentamente. Cinco años trabajando juntos han sido suficientes para que sepa reconocer lo que trama la detective.

-¿A dónde vamos ahora? -pregunta el rubio mientras abrocha su cinturón de seguridad.

-A la cantina de la gitana.

-Si nos ven ahí en horario de servicio, Hidalgo armará un escándalo.

-Asumo la responsabilidad. Tú solo calla y conduce -ordena-. ¿Este es el reporte de desaparición? -inquiere Marian, atrapando la carpeta que descansa en la guantera.

-Sí, y dentro está la declaración de Valeria, la hija de Pierre.

-¿Pierre Simon, el de los vinos? -Mauro asiente.

-Su hija pequeña estuvo jugando con Lucas el día en que desapareció. Le dijo a su madre que un hombre se había acercado a ellos cuando se balanceaban en los columpios del parque y les había ofrecido caramelos. Tenía aspecto desaliñado, las manos callosas y vestía una cazadora oscura.

-Aquí dice que el testimonio de Valeria Simon fue desestimado para la investigación porque la niña se encontraba demasiado nerviosa al momento de ofrecer declaración. Además de que parecía sugestionada -lee Marian-. ¿Adivina por quién está firmado el documento?

-Mosquejo.

-¡Increíble! ¿Cómo demonios pudo cometer tantos errores? -gruñe Marian-. Necesito un trozo de pastel y un trago de armañac para digerir todo esto.

-Que sea doble -añade Mauro bajándose del vehículo.

Ambos se encaminan rumbo a la cantina de la gitana. Algunas mesas están ocupadas y los murmullos llenan el espacio en cuanto atraviesan el umbral. Por lo que, para evitar miradas indiscretas y cotilleos, avanzan directo a la barra.

-¿Qué les pongo? -pregunta Rosa, la dueña del negocio. Lleva siete pulseras en su muñeca, repletas de cascabeles, que al chocar entre ellas suenan más alto que las campanas de la iglesia.

-Lo más fuerte que tengas -pide el oficial-, y que sea doble -la mujer se dirige a Marian y le susurra.

-Ni el trago más fuerte del planeta te hará recobrar el sueño.

-¿Quieres decirme qué lo hará? -reta a la gitana con su tono áspero y sarcástico.

-Lee lo que no has leído, y si eres astuta, encontrarás entre líneas lo que buscas -apunta la mujer-. Las pesadillas durarán hasta entonces -asegura y da media vuelta para servir los tragos.

Mauro hace un gesto con su mano, traza círculos con el dedo índice a un costado de su sien derecha, aclarando que Rosa se ha vuelto loca. Pero muy en el fondo, la joven Dubois sabe que algo de certeza existe en las predicciones de la gitana. Los dos vasos de roca a medio llenar con algún whisky escocés son depositados en la barra. Marian atrapa el suyo y se lo bebe de un sorbo. El líquido pasa caliente por su garganta, quema y arde en la misma medida. Sus ojos escuecen igual que lo hacen, en su cabeza, las palabras de Arturo.

«Me he propuesto develar secretos en cada uno de los cuadro de esta sala...si algún día amanezco muerto solo usted sabrá que el culpable está detrás de las historias que cuentan.»

-Los cuadros -susurra Marian.

-¿De qué hablas?

-Leer lo que no he leído -pronuncia la detective como abstraída en un universo paralelo-. ¿Puedes regresar solo a Comisaría? -pregunta con prisa. Mauro asiente, ya acostumbrado a los prontos de su compañera.

-¿Te ocurre algo?

-No, sí...consigue el expediente del caso de Arturo. Nos vemos en mi casa dentro de una hora.

-Pero...

-No demores -concluye Marian, alejándose de la barra y dejando a su amigo varado en la cantina de la gitana.



Las risas de Escamez TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora