Se Dice de Mí...

Cap.1 Más allá de la Tesis Laureada

Pov. Beatríz Pinzón.

Maldita…

Sea…

Calderón.

Grandísimo canalla.

¿Pero que se creía ese tipo?.

¿El ojo de la sabiduría divina o el gran mesías de la moralidad moderna?.

Tener que venir a la empresa a decirme que tengo que hacer en mi vida privada, en especial en mi relación con Armando.

—Cuidelo,Doctora Pinzón. Mire que a fin de cuenta con o sin amor hacia usted, él es un hombre de gusto exquisito—dijo Calderón delante de la puerta de la vicepresidencia de manera burlona, retuve Armando antes que se le abalanzara enojado—Que sensible se volvió, mi queridísimo expresidente, no olvide quién realmente  es usted: él verdugo que la lanzará a la soledad nuevamente.

Esas eran líneas de mi diario…Había leído el diario.

¡MI DIARIO ÍNTIMO!

Sin decir nada y antes que Armando dijera nada, lo solté  y me dirigí a la puerta, sin antes tirarla con toda la rabia que sentía sobre la nariz de Calderón.

—¡Esta vieja…!—escuche maldecir a Calderón mientras me regresaba a presidencia, por el pasillo se escuchaban los gritos de Armando hacia Calderón.

—¡MALDITO LARGUESE DE AQUÍ DE UNA BUENA VEZ,NO LO QUIERO VOLVER A VER POR AQUÍ DESGRACIADO…!—grito Armando molesto.

Ya de eso había pasado casi 3 horas, la cabeza me seguía zumbando con la migraña a pesar de haberme tomado un calmante. Le había dicho a todos que me dejasen tranquila (en especial el Doctor Mendoza). Me conocía lo suficiente para saber que diría algo con lo que después estaría arrepentida por el resto de mis días.

¿Pero como se le ocurre dejar mal parado el diario en vicepresidencia?. Era más que obvio que el imbécil ese le echaría un vistazo.

Concéntrate Betty…tienes que terminar este papeleo, un problema a la vez.

Mientras masajeaba mi cabeza, escuché unos golpecitos tímidos en la puerta, sé abrió y ahí estaban todas las muchachas del cuartel.

—Muchachas, quedamos de acuerdo de nada de 911 en horario de trabajo—les recordé seria, todas asintieron apenadas viendo al suelo.—Ya que más…pasen. ¿Qué sucede?.

Rápidamente todas entraron y cerraron la puerta detrás de si.

—Hay mija…no se moleste con nosotras—dijo doña Inés sentándose al frente del escritorio junto a  Sofía al lado, las demás se acomodaron en el sofá—pero nosotras vinimos a mediar por lo  sucedido con Don …

—Doña Inesita, discúlpeme pero no quiero hablar de ese tema ahora—dije interrumpiendola,las mire a todas—de verdad no estoy de ánimos y no quiero saber nada del tema.

—Pero Betty, escúchenos un momentico no más…—dijo Mariana preocupada—mire yo sé que lo que hizo ese señor no tiene perdón de dios ni de nadie…

—Pero no la pagué con Don Armando, mire que está en su oficina con una cara de circunstancias por lo ocurrido y por no haberle  dicho nada de que don Mario había leído su diario—dijo Sandra con melancolía—debió ver como dejo de nuevo Don Armando a don Mario, quedo como cuadro de Picasso, ni se distinguía que era el ojo y la nariz.

—¿Don Armando les mencionó el diario?—pregunte sorprendida, todas las del cuartel asintieron.—no puedo creerlo…

Lo que me faltaba, él cuartel enterado de la existencia del diario.