Prólogo | Placer prohibido

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     Las pisadas de ambos hacían eco por aquella desolada calle en la cual solo los perros y gatos callejeros podían ver las expresiones que el rubio y la chica de cabello castaño tenían en sus rostros.

     Ella soltó un suave suspiro y tembló un poco, abrazándose a sí misma a causa del frío. Él la miró por un solo segundo, luego regresó la mirada al frente y se quitó su chaqueta roja, para finalmente entregársela.

     — Oh... N-No es necesario, en serio — musitó la chica, esforzándose por sonreír.

     — Te enfermarás si no te cuidas — acotó el rubio, con la voz apagada y con la mirada perdida en los labios de la castaña —. No discutas, solo úsala.

     Un poco en contra de su voluntad, ella accedió y colocó la prenda sobre sus hombros, para luego comenzar a deslizarla lentamente por sus brazos, sin poder evitar sonrojarse por la situación. ¿Y cómo no hacerlo? Esa chaqueta tenía la fragancia y la esencia de la persona con la cual, hace un par de horas, había traicionado por un mero impulso a su corazón y a la persona a la que le había jurado un amor eterno.

     Y por otro lado, él también estaba afectado por la situación. Era plenamente consciente del daño que había hecho a la chica y a quien era su mejor amigo, pero a pesar de ello, no se arrepentía de lo que hizo. ¿Por qué hacerlo? Si se iba a arrepentir no lo había hecho en una primera instancia. El simple hecho de ver esos labios le provocaba unos deseos prácticamente incontrolables, pero que intentaba mantenerse a raya por mera moral y respeto hacia ella y hacia su mejor amigo.

     Ambos sabían claramente que habían hecho algo malo.

     Ambos eran plenamente conscientes de lo que pasaría si alguien se enteraba de lo que habían hecho.

     Y aún sabiendo esto, ambos pensaban lo mismo.

     "¿Podríamos repetirlo en otra ocasión?".

     Llegar hasta la casa de la chica les tomó en torno a veinte minutos a pie, y si bien los trenes todavía funcionaban a esa hora, los dos habían tomado la decisión de caminar juntos en esa noche. Quizás para despejarse un poco y para pensar en lo ocurrido, o simplemente por querer pasar más tiempo juntos, cosa que muy en el fondo ambos deseaban.

     La castaña metió la mano a su bolso y tras unos cuantos segundos de torpeza, el rubio interfirió y metió la mano en el bolsillo exterior pequeño, el cual tenía un osito estampado, para finalmente sacar las llaves de dicho bolsillo.

     — Dijiste que las dejarías ahí para que no olvidarte — comentó —. Aunque hubiera preferido que no las encontraras.

     — Decídete, ¿Quieres que me enferme o no? — preguntó ella, riéndose e interpretando lo dicho por el chico a su modo.

     — Quería que no las encontraras para que tuvieras que dormir en mi casa — declaró, metiendo las manos a los bolsillos del pantalón y mirándola fijamente a los ojos.

     Ella bajó la mirada levemente sonrojada y tras un minuto completo de silencio, empezó el proceso para abrir la puerta de su departamento. Aquellos sonidos, el girar la llave y el mecanismo de la cerradura, nunca le habían parecido tan crudos ni dolorosos. Sentía claramente como él le miraba la nuca, y tras unos segundos, el rubio depositó un beso en esa zona, haciéndole estremecer de pies a cabeza.

     — B-Bakugou, n-no hagas eso... — pidió la castaña, tratando de contener su voz tras los tres cortos besos y mordidas que él le propinó en el cuello —. Basta... N-No podemos...

     Las grandes manos del chico ya se habían helado bastante por el frío, pero aún así probó suerte metiéndolas por debajo de la blusa rosa de la chica — concretamente por la zona frontal —, y tras un momento de razonamiento, comenzó a subirlas lentamente por su torso, llegando en poco tiempo hasta su objetivo.

Fell as love - Uraraka x Bakugo [Mari & Eiji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora