Capítulo 1

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“—Vive con orgullo y la frente en alto. Si te ves abatido por tu debilidad y tus miedo, llena de coraje tu corazón, ármate de valentía y continua tu camino. Aún si te detienes en tu camino y te acobardas, no detendrá el flujo del tiempo. Que el hecho de que estamos llegando a nuestro final, no sea causa de tu tristeza.”

Con el pañuelo me soné la nariz con fuerza, y con mi mano limpié las lágrimas que no paraban de salir desde hace un rato.

—¡¿Por qué, Kyojuro?! ¡Tú no merecías morir!— grité a todo pulmón, valiendome tres mil hectáreas de caca que mis vecinos me escucharan.— Mendigo Akaza, te odio pero te amo al igual que Douma, pero a ese bro le digo hasta en húngaro que se vaya a la shit.

Esas eran las ventajas de vivir sola, gritar, maldecir, hacer todo tu cochinero y estar echada como puerca todo el día, pero como toda cosa tiene pros y contras, esta no fue la excepción. La desventaja de vivir sola era...

—Joder, tengo que hacer las compras.— según recordaba, mi refrigerador estaba vacío a excepción del limón seco que miré en la mañana.— Con que compre para desayunar ya la hice.

Con pereza y con una estaca en mi corazón, fui a apagar mi computadora.

—Luego te lloro como se debe, amor mío.— le lancé un beso a la foto de fondo que era de Kyojuro.

Cuando el dispositivo se apagó, fue mi señal para levantarme e irme a cambiar. Me puse unos shorts que me llegaban a medio muslo, un suéter grande y ancho de color negro, mis botas militares negras, até mi cabello en una media cola improvisada y tomé mi mochila para poner lo que necesitaba: mi dinero, el teléfono y las llaves.

Al asegurarme de que cerré con llave todo, fue cuando emprendí camino hacia el mercado más cercano.

No tenía pensado hacer todas las compras, sabía por experiencia con mi mamá que mientras te paseabas por la tienda y salías con un par de cositas se te iba una vida, por eso decidí únicamente ir para comprar lo del desayuno. Pero como mi buen amigo Drake dijo «a veces cuando planeas una cosa, te sale otra completamente diferente», mis planes no salieron como quise. Decidí comprar tortillas porque, duh, un buen desayuno no llena sin las tortillas; sin embargo, solo había un paquete en el mostrador y casi me peleo con una señora por ese último paquete, mendiga doña ojete. Se me olvidaron los huevos en la caja para pagar, tuve que regresarme corriendo y el guardia no me dejaba pasar hasta que me puse medio brava restregandole el ticket de la compra en la cara. Y de regreso a mi casa empujé por accidente a un niño que se me atravesó y por obviedad lo tiré al suelo, me hubiera reído si la madre del mocoso no hubiera salido a defenderlo.

Todo casual.

En mi camino hacia mi casa, veía los tonos naranjas y rojizos del atardecer, pero se veían algo opacos, así que con mi mano libre, ya que con la otra sostenía los huevos,  saqué mi teléfono de mi bolsillo para ver la hora, 19:19. Estaba a nada de oscurecer, y mi barrio no era muy seguro que digamos; agregando que me iba caminando y el mercado quedaba un poquito lejos de mi casa.

Así que aceleré mi paso, casi trotando. Al doblar la calle, pude mirar la casa abandonada que era mi señal de que estaba a medio camino.

Al estar frente a esa residencia, me quedé observándola. Desde que tengo memoria siempre ha estado abandonada, y se nota lo deteriorada que esta, y también las quemaduras que quedaron marcadas en la estructura. Aún recuerdo cuando se incendió, era en épocas festivas y los vecinos se dedicaban a tomar y tronar cuetes, los de barrio me entenderán; uno cayó por accidente en el patio donde la vegetación estaba seca y pues ya sabrán que pasó. Lo más gracioso es que mis amigos y yo fuimos quienes tiraron ese cuete y si fue un accidente, hasta el día de hoy nadie sabe que fuimos los responsables. Que buenos tiempos.

Forastera | Kimetsu no yaiba |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora