Capítulo 25

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-Luisita, ¿estás segura de que quieres venir con nosotras a la Cabalgata? Va a estar lleno de niños sobre excitados y vuelves al trabajo en unos días a aguantar más de esos.

La rubia tiene la sensación de que Amelia quiere que las acompañe, pero hay algo que le preocupa. Ese pensamiento lleva unos días por su mente y no sabe muy bien de qué se trata o qué lo ha provocado, porque hasta ahora Luisita pensaba que todo iba bien.

Pasaron una agradable Nochebuena en compañía de su familia y pese a las preguntas indiscretas de sus hermanas y comentarios lanzados únicamente con el objetivo de sacarla de quicio, Luisita tuvo la impresión de que todos se lo pasaron muy bien. A pesar de lo numerosos y escandalosos que son en su familia, la rubia sabe que tienen un corazón de oro y que hacen sentir bienvenidos a todo el mundo. Amelia y Nacho se incorporaron sin problema a las conversaciones y la noche transcurrió entre risas, canciones y anécdotas mientras que Carol hizo buenas migas con los hijos de Lola y se inventaron juegos con ayuda de su tía Marisol.

En los días siguientes, Amelia debía continuar con los ensayos para el musical, pero pudieron aprovechar las mañanas para pasar tiempo juntas al estar libres del colegio y la escuela de teatro. Planes a solas, con la pequeña e incluso, junto a Nacho, que en estos días de Navidades también ha conseguido algunos días de vacaciones en el despacho. Muy pronto llegó Devoción a Madrid y Luisita le pidió prestado su coche a María para poder acercarse a la estación con Amelia y Carol y recogerla.

Por más que Luisita lo repasa mentalmente, hasta ahí todo fue todo normal.

La rubia quiso dejarles tiempo para ellas solas una vez que Devoción se asentó en casa de Amelia, ahora que la morena estaba mucho más tranquila teniendo a su madre de nuevo en su vida, así que aprovechó para ir ultimando todos los regalos que tenía pendientes.

Finalmente, decidieron juntarse con los Gómez para pasar la Nochevieja y tomar las uvas. Luisita insistió en que lo pensaran y que no aceptaran sólo por compromiso, pero Devoción parecía entusiasmada por conocer a su familia y pasar la noche en compañía, por lo que no hubo más que hablar. Esta vez la familia decidió no abrir el Asturiano y celebrarlo en casa, ya que los adolescentes tenían planes con sus amigos, Lola y su familia habían vuelto a Barcelona y María celebraba una fiesta en el King's, de la que habían conseguido vender todas las entradas, por lo que tenía infinitas cosas que preparar y Nacho fue con ella para echarle una mano.

A pesar de no ser tantos, la madre de Amelia se lo pasó mejor que en cualquier cena de militares y parecía haber congeniado estupendamente con sus padres y con Benigna, que se dedicaban a contar batallitas, muchas veces de cuando ellas eran pequeñas, por lo que se morían de vergüenza. Sin embargo, la vergüenza no les importaba en absoluto, no conseguía borrar la sonrisa de la cara de la morena por tener a su madre con ella y estar pasando una noche tan agradable y Luisita solo podía sonreír de verla feliz.

Cuando el reloj de la puerta del Sol dejó de sonar y las uvas hubieron desaparecido, Amelia buscó su mirada y después de que ambas le llenaran la cara de besos a Carol, sentada entre ellas, y ésta saliera corriendo entre risas, se felicitaron el año. Sus labios se juntaron en un tierno beso, que como siempre corría de peligro de escapárseles de las manos y también como siempre ya hacía temblar el cuerpo de la rubia, de puro placer y necesidad por sentirla más. Con el alboroto en el salón de los Gómez consiguieron reconducirlo tras unos minutos y separarse cuando ya sus sonrisas no les permitían continuar besándose.

Al terminar la celebración, Luisita cargó con una Carol adormilada en brazos, a pesar de las quejas de Amelia, que quería que la niña caminase o al menos llevarla ella misma en brazos, y como tenían previamente hablado, se fueron juntas a casa de la morena, más por apaciguar los temores de que Luisita se topara con petardos prendidos a mala idea o personas intoxicadas al volver sola a casa. En cuanto llegaron al piso y acostaron a la pequeña, Devoción se retiró a su habitación, a pesar de que la pareja la animó a quedarse un ratito con ellas para hacer un último brindis. Y ellas brindaron... se perdieron en la piel de la otra intentando ser silenciosas y se quedaron dormidas, exhaustas, encajando sus cuerpos desnudos.

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora