Capítulo - 29 Sarajebo

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-No me puedo creer que aún conserves tu diario de adolescente. –Amelia pasa las yemas de los dedos por la portada algo ajada del diario. Están vaciando las últimas cajas de la mudanza de Luisita y la morena ha encontrado el diario entre los libros de su novia.

La rubia sonríe, terminando de colocar los libros que tenía en su mano en la estantería y acercándose a Amelia. –Cuando me fui de casa, me dio pena tirarlos. Y hace no mucho estuve releyéndolos, por curiosidad y por un trabajo para el máster. Qué mejor forma de conocer la mente de un adolescente LGTB que recordar lo que yo misma pensaba. –Luisita toma el diario de las manos de la morena.- ¿Quieres leerlo?

-No te lo voy a negar, me pica la curiosidad. Pero es tu intimidad, Luisita. –Termina sacudiendo la cabeza.

Luisita toma su mano y tira de ella, hasta que llegan a la cama. La rubia se sienta, apoyando su espalda contra el cabecero y cruza sus piernas, tomando el diario de las manos de Amelia y empezando a leer en voz alta. La morena se acomoda también contra el cabecero y se apoya en ella.

Hoy he quedado con Amelia para estudiar porque tenemos examen de francés la semana que viene y lo llevo fatal. Me ha dicho que no podemos quedar en su casa, así que viene aquí y espero que mi familia no me haga pasar mucha vergüenza. No quiero quedar mal delante de ella.

-Pero Luisita, ¿qué has hecho en tu habitación?

La rubia se gira sobresaltada y casi se cae de la cama sobre la que está de pie, cambiando fotos y recortes de sitio en su corcho. Una vez recuperada, baja de la cama y mira a su alrededor. –He estado limpiando, mamá.

-No, si no he visto tu habitación tan limpia en la vida, hija mía. Ni cuando vienen tus tías y tus primos a visitar. Y mira que cuando visitan, siempre os insisto para que limpiéis tu hermana y tú, que ya sabes lo que les gusta criticar a todos. –Manolita le sonríe.- Dile a la chica esta que venga a estudiar siempre que quiera. Si fuera una vez a la semana me vendría de perlas.

La rubia le dedica una mirada aburrida, poniendo los ojos en blanco, sacude la cabeza, y no se digna en contestar.

-Me refería a la decoración. Si estaba muy bien, muy colorido... Has quitado todos los posters que tenías, hasta el de la rubia de Los Hombres de Paco y el de las chiquitas estas brujas de la serie que te encanta.

-Me he cansado de verlos, mamá.

Manolita decide no insistir. Claramente su hija se preocupa mucho de la impresión que se pueda llevar esta nueva amiga y prefiere dejarla estar. –Hija, y esta chica... es nueva en el instituto, ¿no? Que no me suena que me hayas hablado de ella antes.

-Sí. Se acaba de mudar de Zaragoza. Creo que su padre está en el ejército y por eso se han tenido que venir.

Su madre se apoya contra el marco de la puerta y la observa. –Uy, que no se entere de eso tu padre. Ya sabes que a él los militares...

-Amelia no tiene nada que ver con eso, mamá. Creo que tenemos ideas muy parecidas. Y además es del Atleti.

Manolita se ríe. –Entonces tu padre no va a tener ningún problema. ¿Queréis que os prepare algo de merendar antes de que me baje al bar? O podéis bajar un rato a descansar y comer algo si queréis, seguro que hay alguna mesa libre.

-No te preocupes, mamá. Si nos entra hambre, ya preparo yo algo. Pero si bajamos, no nos va a cundir. –Dice demasiado rápido.

-Ay, hija, a ver si es verdad que os cunde. Que como sigas así vas a suspender la evaluación de francés. –Se lamenta la mayor.- Bueno, hija, que me bajo. Que al final se me va el santo al cielo.

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