Capítulo - 34

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Habían estado unos días terminando de cuadrar todas los detalles, Amelia asegurándose de que a Luisita le apetecía de verdad que su primer viaje juntas fuera a Zaragoza (que sí, porque no había estado nunca y además de conocer el lugar de mano de la mejor guía, quería que le enseñara donde pasó su infancia) y de que Nacho estaba de acuerdo con que se llevara a la pequeña durante unos días (resulta que Luisita ya le había mencionado la posibilidad y no le importaba en absoluto, además que él también estaba planeando un pequeño viaje para Semana Santa a Málaga y Doña Pía quería que llevara a Carol... y a María, aunque ninguno entendía muy bien el motivo).

La morena incluso había movido hilos para que la pudieran sustituir en la función del domingo, no sería la primera en la que no actuaría, pero sí la primera en la que no estaría en el teatro siquiera. Sin embargo, de este modo tendrían un día más para aprovechar y a la pequeña no se le harían tan pesados los viajes en coche.

Por su lado, Luisita hizo la reserva en el hotel que ya tenía visto, que según le dijo su novia también quedaba bastante cerca de su casa, y con ayuda de su madre, localizó en el trastero de los Gómez la sillita para el coche que Catalina había dejado de utilizar hace unos años. La rubia sabía que Manolita no perdía la fe de que alguno de sus hijos que aún quedaban en Madrid decidieran hacerles abuelos, unos abuelos que pudieran disfrutar de la infancia de sus nietos al tenerlos cerca, y por eso guardaba todas aquellas cosas que pudieran necesitar y tiene que decir que le sorprendió bastante la positiva reacción de su madre cuando les pidió la sillita para Carol.

Amelia, Nacho y Carol le han hecho sentir siempre parte de su familia y sus padres, aunque no terminen de entender el funcionamiento de esa estructura que se sale de lo normal, parecen haber comprendido también que Luisita ya forma parte de ella.

Pasado el pequeño momento de tensión de la primera comida, Manolita se había ido acostumbrando a Amelia y había aceptado que tanto ella como la pequeña sacaban la mejor versión de su hija. Marcelino, por su parte, nunca tuvo ningún problema con ella y a través de su compartida afición por el Atleti, han llegado a conocerse y tienen una relación muy especial.

Ese domingo salen muy, muy pronto camino de Zaragoza para que Carol pase la mayor parte del viaje dormida. Amelia ayuda a la rubia a orientarse, pero una vez que coge la autovía, Luisita observa de reojo con una sonrisa cómo la morena se va apoyando cada vez más en la ventana y se queda tan dormida como la pequeña, reventada por la función de la noche anterior y los nervios del viaje.

-Buenos días. –Dice Carol con voz pequeñita.

Luisita encuentra su mirada a través del retrovisor durante unos segundos antes de volver la vista a la carretera y le dedica una sonrisa. –Buenos días, pequeña. Ya casi hemos llegado. Se te ha pasado el viaje volando, ¿a que sí? –La rubia observa como Carol asiente y se rasca los ojillos soñolientos.- Ahora en nada llegamos y nos vamos a desayunar, pero me tienes que ayudar...

-¿A qué? –Pregunta curiosa y algo más despierta.

Luisita mira de reojo a su copiloto, aún profundamente dormida contra el cristal, con la boca ligeramente abierta. –Tenemos que despertar a mamá, porque necesito que me dé indicaciones para llegar al hotel. ¿Qué te parece si cantamos?

-¡Sí!

Luisita se lleva un dedo a la barbilla, en un gesto pensativo. -¿Y cuál podemos cantar?

-¿Frozen?

-¡Me gusta! ¿Cómo empezaba...? –Le lanza a la pequeña, a pesar de que Luisita sabe perfectamente cómo empieza la canción y había visto varias veces la película antes de conocer siquiera a Carol.- La nieve brilla esta noche aquí más...

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora