Capítulo 30

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Luisita se sienta en la cama poco después de llegar a casa y el mayor esfuerzo que logra hacer es poner el móvil a cargar en la mesilla, que se ha quedado sin batería a lo largo del día.

Es sábado y la familia le ha convencido para subir a la sierra a aprovechar el buen tiempo de uno de los primeros días de primavera. La rubia tiene que reconocer que se lo ha pasado bastante bien, aunque ha acabado reventadísima y si esto se volviera a repetir, que conociendo a las chicas es bastante probable, tendría que comprar algo de ropa específica.

Unas botas de montaña, para empezar, piensa según se quita las deportivas que antes de la mudanza tenía abandonadas en el fondo del armario de aquella vez que intentó empezar salir a correr a diario (duró menos de una semana), y que es posible que le hayan hecho ampolla en algunos puntos.

Se deja caer sobre la cama y pone los pies en alto, dejando salir un gemido de puro placer al descansar los músculos. Amelia se está encargando de darle un baño a Carol y Nacho también está en la ducha, lo mismo que debería estar haciendo Luisita. Si solo fuera capaz de moverse...

El sonido de las notificaciones de su teléfono móvil la hace perder la concentración que estaba intentando guardar para ser capaz de incorporarse y dirigirse a la ducha, así que estira el brazo y les echa un vistazo.

-Amor, ¿todavía estás así? –Pregunta Amelia, llegando a su habitación un rato después, cerrando la puerta de la habitación tras ella y comenzando a quitarse la ropa.- Pues me voy a colar en el baño. Porque no creo que te quede energía para unirte, ¿no?

Luisita deja caer el móvil sobre la cama ante la sugerencia, hace un repaso a su chica sin camiseta y mirándola a los ojos, mordiéndose el labio. –Te juro que te encerraba ahí y no te dejaba salir de esa ducha. Pero cariño, necesito que dejemos ese planazo para otro momento.

-¿No puedes moverte? Te dije que te quedaras en el merendero después de comer. Menudas agujetas vas a tener mañana...

–No es eso. - La rubia niega, aunque luego lo piensa mejor y añade con una risa.- Bueno, también. Pero es que acabo de encender el móvil y tengo treinta mensajes de Marina.

-¿Qué ha pasado? –Pregunta Amelia preocupada.

La rubia resopla. –Parece que ha tenido una buena bronca con Fede y quiere desahogarse. Voy a llamarla y quedar con ella.

-¿Por qué no le dices que se venga?

Luisita frunce el ceño. -¿Cómo voy a hacer eso?

-Pues muy fácil, acabas de llegar después de todo el día fuera, estás reventada y te duele todo el cuerpo. Dile que venga y mientras, te duchas y te pones cómoda.

-Pero, ¿y vosotros?

La morena encoge los hombros. –Nacho ha quedado con María. Y Carol y yo nos entretendremos. ¿Qué hubieras hecho antes, cuando vivías sola?

-Invitarla a casa y tomar algo mientras hablamos. –Reconoce la rubia.- ¿Estás segura?

-Claro, Luisita. Ésta es tu casa ahora y no quiero que te cortes por nosotras, quiero que hagas tu vida normal, sin hacer concesiones por nosotras. -Luisita dispara un mensaje y se levanta, con un pequeño quejido, pero no podría tener mejor incentivo.- ¿Qué haces?

La rubia sonríe de tal forma que un escalofrío recorre el cuerpo de Amelia. –Tienes parte de razón, Amelia.

-¿Solo parte? –Pregunta, sin entender muy bien a dónde quiere llegar.

Ella simplemente asiente y continúa dirigiéndose hacia ella. –Sí. Porque siempre voy a hacer concesiones por la gente a la que quiero, Amelia. –La rubia pone sus manos en el abdomen desnudo de su novia y la empuja en dirección al baño.- Y una de ellas va a ser ahora mismo, renunciar a mi ducha relajante para ahorrar agua y ayudar a enjabonarte enterita...

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora