Capítulo 56

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-Pasa. –Luisita no sabe quién está al otro lado de la puerta, pero se está echando crema en las piernas tras la ducha del día de playa y no está para levantarse a abrir y escurrirse para nada, así que alza un poco más la voz.- ¡Pasa!

La puerta se abre lentamente y la rubia espera encontrarse con la cabeza de rizos de la pequeña, pero para su sorpresa es su hermana María. –Hola. ¿Dónde está Amelia?

-Acaba de entrar a ducharse. ¿Por? ¿Qué pasa? –Pregunta confusa.

La mayor termina de entrar en la habitación y cierra la puerta tras de sí, acercándose con sigilo y sentándose en la cama junto a su hermana. –Lo que hemos hablado antes... ¿te acuerdas?

-Claro. –Asiente tranquila, sacando de quicio a María.

María resopla y continúa hablando en un tono bajo, en caso de que Amelia pudiera escucharlas por encima del ruido de la ducha y con la puerta del baño contiguo cerrada. –Entonces... ¿quieres hacerlo pronto? ¿Tienes anillo o algo? ¿Has pensado algo?

-Frena, Mary, que te embalas como yo. –Luisita ríe e intenta que su hermana pare el aluvión de preguntas.

María sacude la cabeza, pero ignora las tretas de la pequeña e insiste. –Será cosa de familia. Venga, desembucha.

-Quiero hacerlo pronto, porque no me aguanto las ganas. –Confiesa Luisita, desinflándose.- Sé que no hace ni un año que nos reencontramos, pero quiero hacerlo ya.

La mayor asiente, alzando las cejas. –Siempre has sido impulsiva, Luisi. Pero aunque esto me parezca muy rápido, también me parece que lo tienes todo pensado y no me da la sensación de que esto sea un impulso.

-No lo es. Llevo dándole vueltas desde que tuvimos la conversación hace unos meses. –Sonríe la rubia.- El anillo lo compré hace unos días. Carol y yo estábamos dando un paseo con la bici y me quedé en el escaparate de una joyería. Quizás eso sí que fue un impulso, pero aparcamos la bici y entre las dos escogimos un anillo que creo que le gustará.

-Me parece fatal que la enana lo sepa antes que yo. –Contesta con falsa indignación.- Pero, ¿y lo bien que está guardando el secreto?

Luisita se ríe. –Sí, de momento no ha dicho nada.

-Esa niña te adora. Y no solo porque seas su profesora.

No es la primera vez que lo escucha, pero se encoge de hombros. –Lo mismo dice Amelia, pero es que es mutuo. Adoro a ese bichito y puede hacer conmigo lo que quiera.

-Tampoco es para tanto, Luisi. Te he visto ponerle límites sin problemas cuando ha habido que hacerlo. Como esta mañana, con la casi pataleta en la playa. –Intercede María, no permitiendo que se haga de menos.- Bueno ¿y has pensado cómo?

-No, no he pensado aún cómo hacerlo. No quiero montar un circo para pedirle que se case conmigo en medio de un restaurante o un sitio público, Mary, no es nuestro estilo. Quiero que sea algo orgánico, buscar el momento perfecto y soltarle la pregunta.

María frunce el ceño. –Pero no le vas a hacer la pregunta un día cualquiera, cuando llegue destrozada del trabajo.

-No, no lo sé, Mary. Lo único que tengo claro ahora mismo es cómo no quiero hacerlo. El resto, todavía tengo que pensarlo.

La morena se muerde el labio y abre los brazos. –Anda, ven aquí, peque. –Luisita se deja caer en los brazos de su hermana.- Esto me parece increíble y tengo la sensación de que estoy yo más nerviosa que tú.

-Puede ser. –Ríe la rubia contra su hombro.

Unos minutos después la mayor la empuja levemente. -¿Cómo es posible que estés tan tranquila? ¡Eres tú! Una cabezota a la que no hay manera de quitarle las inseguridades y hacerle ver todo lo que vale. Una bola de nervios que arrasa con todo lo que hay a su paso. No entiendo nada, Luisi.

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora