Capítulo - 59

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Ay, ay, ay, que se viene el final...

Luisita espera apoyada en la pared de un edificio de un pequeño callejón. Justo al otro lado, unos pocos pasos más lejos, se encuentra la puerta de atrás del teatro donde Amelia ha terminado la función hace ya un rato. Mira al cielo y, aunque no se vea una sola estrella en el centro sobreiluminado de Madrid, se recrea en la buena noche que hace tras todo el calor que ha hecho durante el día, dejando, ahora que el sol se ha escondido por hoy, una ligera brisa que resulta muy agradable y que afloja el aplomo del ambiente que se respira en la capital.

La puerta de atrás se abre y la plantilla del teatro comienza a salir. La rubia saluda a los que después de estos meses ya conoce de sobra, técnicos de luces, de sonido, acomodadores..., y les desea una buena noche, sin apartar del todo la vista de la puerta trasera, para llamar la atención de cierta morena en el momento que salga.

Después de estos meses, la obra ha conseguido hacer cierto ruido en el panorama musical del país y por lo menos, para los fans de los musicales, se ha convertido casi en una obra de culto que ya prepara una pequeña gira por las principales ciudades del país. Gracias a todo ello, el agente de la morena ha podido conseguirle algún que otro papel en televisión, haciendo que su cara vaya resultando familiar, pequeñas intervenciones en series ya consolidadas, que bien podrían transformarse en algo más en un futuro no muy lejano. Amelia puede hacer cualquier cosa que se proponga, a su novia no le cabe duda. Por todo ello, a Luisita no le sorprende ver a unas cuantas personas esperando a la salida de los actores principales, y específicamente a la morena, para felicitarles por su trabajo, que les firmen el libreto y conseguir hacerse una foto con ellos.

Cuando la de rizos hace su aparición, le dedica un rápido guiño y la rubia sonríe al verla charlando tan feliz con sus fans. Cómo no serlo, con el talento que derrocha. La sonrisa de Amelia ilumina el callejón bajo la tenue luz de las farolas y gustosamente les firma los libretos y se hace fotos con todos ellos, preguntando su opinión sobre la obra e interesándose por ellos.

Una vez que todos están atendidos y la conversación va muriendo, la morena se despide y camina los pasos que las separan, haciendo que Luisita se vea sorprendida por la fuerza de su sonrisa y le falte la respiración. -Hola, amor. Perdona...

-No tengo absolutamente nada que perdonar. -Consigue responder, cortando cualquier disculpa absurda antes de que pueda salir de su boca y tomando la cintura de su novia, mientras que Amelia se agarra a sus mejillas, uniendo sus labios en un suave beso.

Tanto como se le hace que ha tardado en llegar el acercamiento, a Luisita le parece que el beso es demasiado corto, pero claro, si fuera por ella no se separaría de los labios de la morena ni para respirar. Consigue recomponerse y abrir los ojos mientras Amelia pasa su pulgar por debajo de sus labios, limpiando los restos de pintalabios, aún con una enorme sonrisa en su boca. –Qué bien sabes siempre y qué bien hueles.

-Me he dado una ducha rápida antes de salir. –Asiente la morena.

-¿Qué tal la función, cariño?

-Todo ha ido genial. -Sonríe la morena, mirando por encima del hombro a los fans que empiezan a dispersarse.

Luisita se fija en ellos, con grandes sonrisas y miradas de reojo. En el mundo de los musicales no suele haber homofobia y se alegra que los fans de su novia no sean una excepción. -Veo que has tenido un buen público.

-Te juro que no me acostumbro. -Dice sacudiendo la cabeza.

La rubia se muerde el labio, no sabiendo cómo es posible que Amelia sea tan humilde y con tanto talento. -Lo raro sería que no te adorasen, amor. Pero una cosa: recuerda que tú ya tienes presidenta del club de fans, así que, que no se les ocurra quitarme el puesto. No después de las discusiones que he tenido por este tema con mi padre. Que es un cabezón y no respeta ni que yo sea tu novia...

-Anda, anda, no digas tonterías. -La corta, aunque la rubia sabe bien que se está sonrojando, así que lo deja pasar cuando le cambia de tema.- No sabía que ibas a venir.

Luisita se encoge de hombros. -He estado en casa de mis padres, poniéndome al día con mi madre, que no habíamos estado tranquilamente charlando desde antes de las vacaciones. Y si me hubiera ido a casa, hubiera acabado aburrida, que el nido está vacío hasta que vuelvan de vacaciones con la peque. Así que se me ha ocurrido venir a buscarte.

-Podías haber hablado con Pedro y que te dejara entrar. Podías haber visto la función o esperarme en el camerino. -Le dice Amelia, sugerente, recordando alguna otra sorpresa anterior. El segurata sabe perfectamente quién es y hubiera sido muy fácil.

-Pues no se me había ocurrido eso... -Se muerde el labio la rubia, perdiéndose momentáneamente también en el recuerdo.- No te preocupes, si de verdad que no tenía más plan que venir a buscarte. Pero por el camino pensé en una cosa y me he entretenido, así que no he tenido que esperar mucho.

La morena frunce el ceño. –Ah sí, ¿y en qué pensaste?

-He pensado que podíamos aprovechar que se ha quedado buena noche... y cenar fuera. –Termina, encogiendo los hombros.

Amelia la observa aún sin entender. -¿Te has parado a hacer una reserva o algo?

-No. Se me ha ocurrido que podíamos cenar fuera, fuera. -Responde con obviedad, alzando la bolsa de papel que sujeta con su mano y que no sabe cómo ha pasado desapercibida hasta ahora.- He pillado hamburguesas en el sitio de la calle Pez que te encanta y he pensado que podíamos buscar un trocito de césped en el que sentarnos tranquilamente, que parece que hace una noche estupenda.

La morena se muerde el labio y cierra los ojos y Luisita sonríe al ver el gesto, sabiendo que no ha podido gustarle más la idea. -Te quiero.

-Y yo a ti. -Ríe la rubia.- Anda, vamos. Pillamos unas cerves fresquitas en alguna tienda por el camino y buscamos un sitio, a ver si corre un poquito más de aire.

La pareja pasea tranquilamente por Plaza España, subiendo al Templo de Debod para disfrutar de las vistas y finalmente enlazando con el Parque del Oeste, donde se sientan en el césped de una cuesta, todavía muy cerca del Paseo de Pintor Rosales, admirando la ciudad encendida a sus pies.

-Si lo hubiera pensado, hubiera cogido una manta o algo para echar al suelo, que nos vamos a manchar la ropa, pero es que se me ha ocurrido de repente. –Musita la rubia, sacando de la bolsa de papel las cajas con las hamburguesas.

Amelia abre la cerveza y se la pasa a su chica, a cambio de la caja de su hamburguesa preferida. –Cariño, se está genial. Es perfecto.

Cenan tranquilamente, disfrutando de las vistas, de la brisa, de la comida, las cervezas y sobre todo de ellas mismas, de hablar de todo y de nada, de reír, de los roces y las caricias y se entretienen sobre el césped mucho después de que se terminen la cena y vuelvan a meter los deshechos en la bolsa para llevarlo a la papelera cuando se levanten.

Al final, quedan tumbadas sobre el césped, completamente relajadas, una al lado de la otra. Luisita toma la mano de Amelia, dejando caricias en su palma hasta finalmente enlazar sus dedos y llevarla a sus labios, para dejar un beso. La morena la observa con la cabeza girada hacia ella y una enorme sonrisa de adoración. Como dos imanes, sus ojos atraen a los de Luisita, que gira la cabeza para quedarse observándolos. Al fin y al cabo, el espectáculo es infinitamente más bello que cualquier vista de Madrid.

La morena continúa observándola, pero su mente parece estar a kilómetros de allí. Luisita espera paciente, con la confianza de que si es algo importante Amelia lo compartirá con ella, antes o después, hasta que de repente, sus ojos vuelven a enfocarla, algo nerviosos y sus labios temblorosos se abren.

–Cásate conmigo.

La rubia frunce el ceño, sorprendida por las palabras y nada segura de haberla entendido correctamente, pero finalmente se incorpora y responde.

–No.

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora