Capítulo 60

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Habían tratado el tema por encima anteriormente y, salvo alguna reticencia al principio, a Amelia no le había parecido que Luisita estuviera tan en contra del matrimonio, parecía compartir su visión. Siempre le ha dicho que quería todo con ella. Por eso, no entiende esa respuesta tan gutural que parece haber despertado en la rubia la pregunta, el nerviosismo en sus ojos.

La morena se incorpora de la posición donde hace apenas unos segundos las dos se observaban con todo el amor del mundo y se sienta para volver a estar a la altura de su novia. ¿Su novia? El pensamiento intrusivo irrumpe en su mente, pero traga saliva a través del nudo que se le ha hecho en la garganta para intentar hacerlo desaparecer.

Luisita mira a todos lados menos a ella. Las manos le tiemblan, Amelia lo sabe porque una de ellas aún sostiene la suya y no afloja su agarre, más bien al contrario, sacude la cabeza y en el mismo segundo, sonríe. Definitivamente no entiende nada. -¿No? – Se atreve a susurrar la morena y a pesar del volumen, la rubia lo escucha perfectamente, fijando la mirada por fin en ella, abriendo de nuevo la boca pero sin decidir por dónde empezar.- Ya sé que el matrimonio era algo que no te hacía mucha ilusión, pero después de que te contara lo que significa para mí, parecía que lo entendiste. Y, sobre todo, que tú también querías, por eso te lo he pedido.

-Amelia. –Intenta cortar la verborrea la rubia.

Sin ningún éxito. -Y ya sé que en realidad no llevamos mucho juntas, apenas va a hacer un año, y menos aún viviendo juntas, pero todo lo que hemos vivido estos meses ha sido todo tan intenso y tan natural y doméstico a la vez, que parece que llevemos años y yo ya sé que lo nuestro es para siempre y quiero seguir así el resto de mi vida. Contigo.

Luisita cambia de táctica y se pone de rodillas junto a ella, tomando su mejilla dulcemente y posando su pulgar sobre sus labios para pausarlos. –Es que no, Amelia. –Repite de nuevo la rubia con una sonrisa en la boca y Amelia la observa aterrada sin entender nada, pero esta vez Luisita no se hace esperar.- No, porque dijiste que este paso me tocaba a mí.

La rubia eleva las cejas, intentando que las palabras calen en ella, pero está siendo difícil. Luisita retira el pulgar de sus labios y lo utiliza para dejar caricias en su cara. –No, porque le prometí a Carol que te lo pediría cuando ella estuviera de vuelta de las vacaciones con Nacho y María. Después de que le explicara lo que significa casarse y de que nunca, nunca me separaría de vosotras.

Las piezas empiezan a caer en su sitio, el berrinche en la playa y la complicidad de sus chicas posteriormente, y la mente de Amelia empieza a ordenarse. Luisita se ríe al ver el reconocimiento en sus ojos y notar cómo su cuerpo relaja la tensión bajo las palmas de sus manos.

-No, porque me escondió el anillo que te compramos juntas para asegurarse de que la esperaba. Bueno, en realidad lo está escondiendo María por ella, que solo tiene cinco años, y por cierto, mi hermana flipó cuando le dije que te iba a pedir que te casaras conmigo.

Luisita vuelve a reír y por fin, el cuerpo de Amelia reacciona. La morena envuelve con los brazos la cintura de su novia. ¿Su novia? Sacude la cabeza para eliminar el nuevo pensamiento de su mente y se limita a atraerla todo lo que puede hacia ella. Necesita sentirla. Y como si la rubia lo entendiera a la perfección, se mueve levantando una de sus piernas, quedando arrodillada y sentada sobre los muslos de la morena.

Amelia aprovecha la posición para enterrarse y esconderse en el pecho de Luisita y la rubia se deshace en caricias en su espalda y besos sobre sus rizos.

-Lo siento por el susto, amor. –Vuelve a reír Luisita en su oído, entre besos.- Es que no me lo podía creer. Llevamos tiempo planeándolo y vas y me lo sueltas así, de repente.

La morena aprieta su cintura una vez más y se arma de valor para salir de su escondite, encontrándose con los enormes ojos marrones, llenos de amor, en los que se quedaría a vivir por siempre. A diferencia de los de la rubia, los ojos color miel están un poco nublados por las lágrimas contenidas. –La culpa es tuya por hacer un plan tan romántico. Me ha salido solo.

-Esto se me ha ocurrido de repente, de verdad. –Se encoge de hombros.- Todavía estaba dándole vueltas a cómo pedírtelo. Quería que fuera algo orgánico y no un gesto que fuera demasiado. Pensé en pedírtelo en la playa, pero casi siempre estábamos rodeadas de mucha gente. Estaba pensando en preparar una cena romántica en casa mientras te ibas de compras con la peque o algo y sorprenderte dentro de nuestra normalidad. Al final, tu pedida improvisada ha salido mucho mejor que la que estábamos planeando.

Amelia sacude la cabeza y no aguanta más la risa. Al cerrar los ojos, algunas lágrimas se le escapan, pero Luisita rápidamente las recoge con sus dedos en sus mejillas. Al volver a encontrar la mirada de la rubia, ve el desconcierto en sus ojos. –Cariño, una pedida preciosa, pero no me has dicho que sí en ningún momento.

-Te he contado que ya tengo el anillo, que me he compinchao con la peque y mi hermana y que estaba planeando como pedirte yo a ti que te casaras conmigo. –Resume con los ojos abiertos cómicamente.- Aparte de mi asombro cuando has sido tú quien lo ha soltado primero, ¿de verdad crees que no me quiero casar contigo? –Es una pregunta retórica, pero en cualquier caso, Luisita toma aire rápidamente para continuar antes de que pueda darle una respuesta.- Sí. Infinitas veces, sí. Te quiero. Te adoro. Sería la mujer más feliz del universo si pudiera pasar cada día de mi vida contigo. Y así lo gritaré a los cuatro vientos delante de toda nuestra familia y toda la gente que nos quiere.

La morena sube sus manos de alrededor de la cintura, acariciando la espalda de la rubia hasta sus hombros, haciendo presión. Luisita entiende rápidamente sus intenciones y se agacha lo suficiente para unir sus bocas, sellando su promesa.

-Oye... -Se aparta la rubia con una sonrisa, unos minutos después.- Que... ¿Entonces tú también quieres casarte conmigo?

A Amelia se le escapa un pequeño gruñido, al sentir la separación y tarda en reaccionar, abrir los ojos y encontrar una respuesta. –Luisita... -Le regaña la morena, cargando de obviedad su tono, tirando de ella para volver a unir sus bocas y mordiendo su labio inferior a modo de represalia. Aunque lejos de parecerle un castigo, hace que se le escape un pequeño gemido.

Unos minutos después, es Amelia la que se echa atrás y Luisita se queda en el aire buscando sus labios, antes de abrir los ojos con unos morritos tristes. -¿Cómo has conseguido que el bichito te guarde un secreto tan grande?

-Le he prometido mucho helado. Y aún así le ha costado muchísimo. –Resopla Luisita, haciendo reír a la morena. La rubia alza las cejas.- ¿Podemos seguir celebrando?

Amelia asiente y es todo lo que Luisita necesita para volver a unir sus labios y empujar a la morena para volver al estado horizontal entre carcajadas, donde la rubia la sigue enseguida con un pelín de fuerza de más, haciendo que rueden por el césped.

Pero nada importa, porque se han encontrado de nuevo, porque se entienden y se apoyan la una a la otra para ser la mejor versión de ellas mismas que pueden ser, para saltar los obstáculos de la mano. Porque se quieren con locura y porque ya tienen una familia preciosa.

Quién sabe lo que el futuro les deparará. Lo que es seguro es que cualquier cosa lo afrontarán juntas y que de un amor tan bonito, solo pueden crecer cosas puras.

Gracias. Gracias por acompañarme en esta historia. Por las estrellitas y los comentarios. Por los ánimos en este locura que comenzó durante la pandemia y que me ha ayudado tanto.

Gracias.

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