Capítulo - 42

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Después de pasar la tarde entretenidas en casa de los Gómez, con Luisita ayudando a Marcelino a montar los nuevos muebles y Carol ayudando a Catalina a ordenar sus cosas y más bien cotillear y probarse las pertenencias de la adolescente por la que siente admiración, las chicas vuelven a casa para hacer los deberes, darse un baño y cenar.

Nacho, apurado por todo lo que ha provocado esa tarde, está atareado en la cocina preparando la cena para sus chicas a modo de disculpa. -¡Papi!

-Hola ma chèrie. ¿Qué tal te lo has pasado? –El malagueño se agacha, para darle un achuchón a su hija y dejarle un beso en la frente.

-Muy bien, papá. Catalina tiene muchas, muchas cosas y me ha dado juguetes que ya no quería. –Le cuenta, sacando de su pequeña mochila y enseñándole a su padre un par de peluches que la hermana de Luisita ha descartado.

Nacho observa los peluches, pero más que nada la felicidad en la cara de su hija, que ha pasado una tarde muy entretenida y está encantada con sus nuevas adquisiciones. –Qué guay, ma chèrie. Corre a buscarles un sitio en tu habitación, les presentas a tus otros juguetes y luego te pones hacer los deberes, ¿eh?

La morena sale corriendo por el pasillo de camino a su habitación y tanto su padre como la rubia se quedan embobados mirando a la pequeña bola de ilusión.

-Lo siento, Luisita. Lo siento de verdad. Parece que últimamente no dejo de cagarla. Primero le doy el teléfono de Amelia y ahora hago que se presente en el colegio.

La rubia sacude la cabeza. –No digas tonterías, Nacho, estabas con un cliente, no podías hacer nada.

-No debía de haber programado esa visita tan tarde, no he calculado bien el tiempo y se me ha ido de las manos. –Se lamenta.

-Eh, basta, sabes que puedes contar conmigo, así que tampoco te tienes que preocupar por eso. –Se encoge de hombros.- Lo único raro es que de repente haya aparecido una desconocida para intentar recoger a la peque.

-Es que no sé de dónde ha sacado la idea de ir a recoger a Carol al colegio... Salí a la cocinita del despacho con la excusa de coger unas botellas de agua fría para el cliente y comenté que no iba a llegar a tiempo mientras te estaba escribiendo, pero de repente ella desapareció corriendo.

Luisita se cruza de brazos. –Creo que tiene todo el sentido. Según me dijo Amelia, una de las cosas que falló en su relación, la principal, fue que Pepa no encajó bien que tuviera una hija. –Nacho asiente, conociendo su historia mejor que ella.- Parece que ha venido a Madrid para intentar recuperarla, así que es bastante lógico que lo primero que haya querido hacer sea demostrar que ya no tiene ningún problema con ella, que la acepta.

-Me parece un gesto bonito, ejecutado de una manera absurda... -Se ríe el malagueño y la rubia asiente de acuerdo.- ¿En qué cabeza cabe que dejen irse a una niña de cuatro años con una desconocida? –Sacude la cabeza.

-Ni siquiera se le había ocurrido. –Luisita sacude la cabeza con una sonrisa.- Pero sí, era un bonito detalle.

Nacho se muerde el labio y alza los hombros. –Da igual. Es demasiado tarde, ¿no?

-Eso espero. –Tras musitar una respuesta, Luisita sonríe a Nacho.- Yo me encargo de los deberes y de bañar a la peque y tú sigue con eso, que huele de maravilla.

Él sonríe agradecido. –Estoy haciendo tu favorito, creo que te lo mereces hoy, cuñi.

-Gracias, guapo. –Le deja un beso en la mejilla antes de desaparecer por el pasillo.

Hace unas horas recibió un mensaje de la morena diciéndole que se iba a pasar por el teatro, ya que había salido corriendo del ensayo y aunque finalmente no haría la función de esa noche, quería confirmar que todo iba bien antes de cenar en casa. Luisita se muere de ganas por ver a Amelia de vuelta en casa y de saber qué opina de lo que está segura que Pepa le quería proponer, así que le viene bien estar entretenida bañando a la pequeña.

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora