Capítulo 26

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-Señora, vergüenza debería de darle. ¿De verdad es necesario que ponga así el paraguas? ¿Para qué? ¿Para coger cuatro caramelos? Venga, que no tiene edad ya. ¿Tiene que taparles la vista a todos estos niños y fastidiarles la ilusión de ver a los Reyes Magos? –Suelta la rubia, sin coger aliento.- Además que le va a sacar un ojo a alguien con el paraguas. Eso es un peligro. Y seguro que es ilegal... ¡Policía! –Grita a las policías en el interior del recorrido que velan por la seguridad en la Cabalgata.- ¡Policía!

La señora ha guardado el paraguas asustada y parece que no lo va a volver a sacar, pero la rubia continúa dando alaridos hasta que tiran de su brazo y tiene que retroceder unos metros, alejándose de la señora y los niños. –Caramba Luisi, relaja. ¿Qué se supone que estás haciendo?

-Pues a ti que te parece, Mary. Llamar a la policía, que la señora esa pretende poner el paraguas para coger los caramelos y que Carol y el resto de niños no puedan ver una mierda. Si es que hay que joderse, mucho exigir respeto y son ellos los que no tienen ninguno.

Su hermana sacude la cabeza, intentando esconder una sonrisa. –Lo que no sé es cómo te dejan ser profesora de niños tan pequeños teniendo la boca que tienes.

-Joder, María. Ya sabes que solo se me escapa cuando estoy encendida. –Resopla la pequeña.

María asiente. –¿Y me quieres contar por qué te has encendido así por una tontería?

-Es que no es una tontería, María, no es ninguna tontería. Es que esa señora está jugando con la ilusión de los niños. Carol estaba tan nerviosa hoy con ver a los Reyes que ha acabado agotada después de comer y ha tenido un berrinche. Amelia la ha tenido que regañar.

Su hermana la escucha atentamente, sabiendo de sobra que cuando se embala no hay quien la pare. –Ya Luisi, pero eso no explica por qué te has puesto hasta a llamar a la policía. ¿No podías haberle dicho las cosas con educación a la señora? Que sí, que tiene mucha cara, pero vaya susto le ha dado la loca de mi hermana. –La rubia coge aire, pero la mayor no le permite huir.- Estás de los nervios desde que has llegado, tienes los ojos desencajados y no es por el drama del paraguas. Venga, desahógate, ¿qué te pasa?

Luisita mira a los lados, buscando una salida, pero las manos de su hermana en sus brazos la anclan al sitio. Finalmente la mira y resopla. –No lo sé, María. Solo sé que Amelia lleva unos días rarísima conmigo.

-Rarísima, ¿cómo, Luisi?

La mayor relaja el agarre en su hermana y aprovecha para pasarse una mano por el pelo rubio en un gesto nervioso. –No lo sé, como si no supiera cómo hablar conmigo, cómo tratarme... Y te juro que no sé qué ha pasado, porque estábamos genial. Jamás, en ninguna relación que haya tenido antes, se ha sentido todo tan natural.

-Tranquila, Luisi. A lo mejor esto es solo cosa tuyas o que esté un poco rara porque quiere darte una sorpresa en Reyes o algo. ¿Lo has hablado con Amelia? ¿Le has contado que sientes que las cosas no fluyen como siempre?

La rubia asiente apesadumbrada. –Me ha confirmado que algo pasa, pero no hemos tenido tiempo de hablar todavía. –Los ojos de la rubia se llenan de lágrimas y susurra.- María, no quiero perderla otra vez. ¿Y si me quiere decir que se vuelven a París? ¿O que no quiere que me acerque a ella y su hija? ¿O que...?

-¡Luisi! Deja de montarte historias de terror. Ven aquí. –María la abraza y le pasa una mano por la espalda para intentar relajarla, como cuando era pequeña.- Lo que sea que le ocurre a Amelia, lo resolveréis entre las dos. Después de mamá y papá, no conozco pareja que tenga más complicidad y se quieran tanto como vosotras. Amelia no te va a dejar de querer de un día para otro. Además, es una locura que se vayan a mudar otra vez, justo ahora que va a empezar con el musical. ¿No dijo que habían vuelto para quedarse? –La rubia asiente y respira hondo, intentando tranquilizarse.- Tienes que hablar con ella y ya está. No te pongas en lo peor hasta entonces. Quizás es solo una tontería.

La mayor deja un beso en la sien de la rubia. –Ojalá, Mary. Llevamos muy poco tiempo, pero sé que la quiero como no he querido nunca a nadie y que quiero pasar cada de mi vida a su lado.

-Virgen santísima, qué intensita eres, hija. Pues hablad, ¡caramba! –Luisita no puede evitar una sonrisa ante las expresiones de su hermana.- Venga, que ya se acercan las carrozas y seguro que Carol te echa de menos. Esa niña te adora casi tanto como su madre. –Luisita toma su mano y se deja guiar de vuelta al lugar donde está la pequeña familia.- Con un poco de suerte nos hemos perdido a las ocas. No entiendo por qué tienen desfilar los pobres animales en una Cabalgata...

**

-¡Ala! –Carol está sobre los hombros de su padre, disfrutando de su primera Cabalgata de Reyes. Han elegido la del centro de Madrid y la pequeña está alucinando con las acrobacias, los malabares y todo el espectáculo.

-Vaya número que ha montado Luisita. –Comenta Nacho.- Casi llama la policía y todo. ¿Le pasa algo?

La morena se debate entre mirar cómo su hija disfruta y la preocupación que tiene por lo que pueda estar pasando con la rubia. –Ay, Nacho. Es que yo creo que es todo por mi culpa.

-¿Y eso?

-¡Mamá! ¡Que viene Bob Esponja!

La morena sigue la mirada de su hija, que observa las carrozas acercarse con los personajes favoritos de los dibujos de la pequeña. -¡Qué guay, ma puce! –Cuando la niña vuelve a dejar de prestarles atención, continúa.- ¿Recuerdas lo que hablamos el otro día?

-Claro. ¿Lo habéis hablado ya y no le ha gustado?

Amelia sacude la cabeza. –No, no es eso. Es que todavía no lo hemos hablado. Y es que no sé cómo decírselo ni cómo se lo va a tomar y... puede ser que estos días no sepa muy bien cómo tratarla y me esté cortando.

-O sea que llevas toda la semana rarísima con ella porque no sabes cómo preguntárselo. Y Luisita, que te sabe leer mejor que nadie, está de los nervios porque no sabe qué te pasa.

La morena resopla. –Básicamente, sí. Creo que es eso.

-Cariño, tienes que hablar con ella. –Amelia se ríe llena de sarcasmo, porque sabe perfectamente que eso es lo que tiene que hacer.- Estoy seguro de que aunque ella no quiera, encontraréis una solución. Luisita te quiere con locura y también adora a la peque. No va a ser el fin del mundo, ya verás.

Amelia respira hondo, intentando relajarse. –Esta noche habíamos dicho que se queda a dormir en casa. Cuando se acueste la peque, aprovecho para hablar con ella.

-¡Luisi...! ¿Dónde está Luisita? –Pregunta Carol, desde los hombros de su padre. La pequeña se gira y su madre alza las manos, por si perdiera el equilibrio.- ¡María! ¡Luisita!

-Ya estamos aquí. ¿Qué nos hemos perdido? –Pregunta la mayor de las Gómez.

-¡Que viene Melchor! –Grita la pequeña emocionada. Amelia recuerda que Luisita le había contado que Melchor le dejaba todos los años una carta cuando era pequeña, en realidad escrita por Marcelino, y por eso era su rey favorito.

-¡A ver! ¡A veeeer! –Luisita intenta igualar la emoción de la pequeña para risas de los adultos.

Nacho le dedica una mirada y una sonrisa a Amelia y la morena sabe que no se equivoca en todo lo que le ha dicho. Tiene que confiar en que pase lo que pase, todo va a ir bien.

La morena se aparta a un lado, dejando paso a Luisita, para que se sitúe al lado de su hija y las dos puedan ver a los Reyes y ella actúa con toda la naturalidad que sabe que les ha faltado durante esta semana. Se pone detrás de ella y se pega a la espalda de la rubia, retirando su pelo para dejar un beso en su cuello. Rodea su cintura con sus brazos, abrazándose a ella por la espalda y disfruta de la ilusión de su hija y su novia.

Luisita le busca la mirada mientras un escalofríole recorre el cuerpo por el beso en su cuello sensible y cuando ve la sonrisaradiante de la morena, busca su mano sobre su vientre para entrelazar susdedos.

Lo Nuestro es Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora