El tren de las ocho y diez, siempre cojo el mismo y no puedo permitirme retrasarme unos minutos porque el conductor no sabe esperar, al contrario que nosotros porque si él llega más tarde debemos esperar pacientes en las vías a que haga su aparición estelar y explicarle a nuestros jefes que llegamos tarde porque el conductor no llego a su hora. Probablemente ese día siempre acabes comiéndote el marrón tú y harto de todo.
Golpeo una vez más la puerta del baño mirando el reloj para comprobar que aún quedan diez minutos, cinco para terminar de prepararme y otros cinco para llegar a la estación. Esta mañana mi compañera de piso se ha levantado a la misma hora que yo porque su despertador no ha sonado, lo que es lo mismo, si no llega a ser por mí probablemente seguiría en su cama tumbada envuelta entre el edredón. Quizás debería haberla avisado una vez hubiese acabado yo de arreglarme para así no verme entorpecido por ellas.
-¡Sam que yo también voy a llegar tarde!- me quejo.
No recibo ninguna respuesta de nuevo por lo que opto por golpear continuamente la madera de la puerta hasta que se canse de oírme acabando por salir definitivamente.
-Pues mira así llegamos los dos igual de tarde bonito- dice abriendo de golpe la puerta.
Frenando la mano de inmediato y a escasos milímetros de su nariz bajo el puño forzando ambos una falsa sonrisa dejándonos paso, ella al salón y yo al baño, ahora solo me quedan tres minutos para lavarme los dientes y peinarme aunque eso último puede que lo deje sin hacer, al fin y al cabo tampoco me conoce apenas gente y que un desconocido me juzgue por mi pelo me importa más bien poco. Lavándome los dientes a una velocidad relámpago salgo del baño, echándome colonia antes y cruzándome de nuevo con Samantha donde ambos nos ponemos nuestros respectivos abrigos, cogemos nuestros móviles y salimos uno detrás del otro asegurándonos de cerrar bien la puerta para empezar a correr a por el tren.
Cuando salimos del portal el frío de las primeras mañanas de primavera nos golpea por completo en la cara. Miro esta vez en mi reloj la hora donde el ocho va acompañado de un cinco que no tarda en cambiar a un seis.
-Mierda- digo andando junto a mi compañera.
-¿A que hora pasa?- me pregunta eliminando notificaciones de su móvil.
-A y diez, no llegamos.
Mira la hora en su reloj para después mirarme directamente a los ojos con una sonrisa de lado como si la acabase de retar para llegar a la estación a tiempo. Sin avisarme echa a correr con sus largas piernas dejándome atrás junto a su melena rubia que se atusa de arriba abajo en un movimiento continuo. Intento seguirla alcanzándola en poco junto al tiempo que no persigue por detrás demasiado de cerca. Cuando apenas estamos a un minuto de la estación empiezo a oír como se acerca poco a poco el tren, Sam alarga su cuello para intentar verlo aumentando al máximo su velocidad. Nos esforzamos tanto que cuando conseguimos llegar a la estación picando nuestro abono de transporte vemos las escaleras que debemos subir y alguna que otra persona baja, incluso subiéndolas de dos en dos cuando nos encontramos en las vías suena el pitido que da cierre a las puertas dejándonos con el caramelito en la boca. Intentamos volver abrirlas pulsando el botón pero puedo imaginarme casi la sonrisa del conductor desde su cabina al ver que ha conseguido dejar a dos personas en tierra siendo un auténtico cabronazo, si no fuese porque el tren se ha puesto en marcha sería capaz de ir hasta él y cantarle las cuarenta como diría mi madre.
Samantha y yo nos miramos con la lengua fuera recuperando el aliento, ella ya de por sí llegaba tarde pero yo oficialmente llego tarde, en su cara se empieza a dibujar una sonrisa de disculpa cuando sin darme cuenta mi rostro se contrae enfurecido, pero no con ella sino con los malditos conductores que siempre tienen prisa cuando se trata de fastidiar al resto, incluso a veces me he planteado si les pagan más por hacerlo. Algo tipo, si consigues dejar a cuatro personas en una estación dándoles de bruces con las puertas te pagaremos cincuenta euros más, si no es por eso no entiendo otra justificación.
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En todas partes
Teen FictionCuando tu vida es una rutina, estas acostumbrado a vivir en el bucle y te conformas con lo que tienes; un solo cruce de miradas bastará para que el corazón te dé un vuelco y tus sentimientos pierdan el control de lo que creían que era estar enamorad...