24. Sonrisas absurdas

518 43 3
                                    

El olor a repostería recién hecha puede ser mortal para alguien que tiene un principio de dolor de cabeza como yo, o más bien para alguien que se pasó con la bebida el día de anterior. No iba borracho porque recuerdo todo a la perfección, pero pillé el punto suficiente como para poder perder el control de mi mismo aunque sin duda el bajar a por Eva tal como lo hice lo volvería a repetir mil veces más con y sin alcohol por mis venas.

Eva trae el último plato con unas tostada porque a pesar de ser una pastelería también sirven los típicos desayunos mañaneros y yo ahora mismo me comería cualquier cosa, pero preferiblemente las tostadas es el plato que primero ataco dejando de lado el croissant y las galletas que me ha servido hace unos minutos en otro pequeño plato. 

La silla frente a mí se desplaza para ser ocupada por Eva que mira a sus lados comprobando que ningún cliente necesita de su atención más que yo. Apoya los codos en la mesa entrelazando sus manos mientras me mira comer, ya me ha preparado al completo las tostadas con el aceite y el tomate sobre el mismo para que solo tenga que molestarme en triturarlo con mis dientes. Me ayudo del café para tragar los primeros bocados ya que mi garganta está demasiado seca para dejar al pan bajar por ella.

Veo como muerde sus labios llevándose el pulgar a los mismos, no muerde la uña sino que se la clava en el labio desviando la vista a una de las mesas cercanas donde dos señores comparten risas por algún comentario que desconozco. Sonríe, siendo feliz solo con ver a la gente contenta y cuando vuelve a mirarme sus mejillas toman un color rojizo ruborizándose a la par que la sonrisa provocada por los extraños ahora se amplía siendo la inocencia que tanto me gusta de ella. 

-¿Qué tal el despertar?- pregunta bajando las manos a la mesa.

-Bien- sonrío dando un bocado a la tostada.

Tuerce su cabeza ligeramente con sorpresa acompañada por sus labios estirados sonriendo formándola dos pequeños hoyuelos a cada lado de su cara. 

-¿Qué?- pregunto notando que se muere por decir algo.

-Nada, nada- baja la mirada a sus manos.

-Estás mintiendo.

-Y tú- me devuelve con un gesto de hombros.

-¿Cómo, cómo?- río sonando por todo el salón.

Me mira aún con la cabeza baja, la levanta sin prisa abriendo la boca para responder mostrándose ofendida pero me lanza una servilleta en forma de bola redonda la cual no sé en que momento ha cogido. Arruga su nariz que se acompaña por sus labios más juntos que nunca casi en forma de morritos. Fotografío su cara con mis ojos intentando quedarme con esta imagen suya para siempre.

-Qué graciosa estás- digo dejando la bolita en la mesa de nuevo.

-¡Oye!- se queja cruzándose de brazos.

Saco el móvil lo más rápido que puedo, pero cuando comprende mis intenciones tapa la cámara para evitar se fotografiada de verdad. Me rindo tras una pequeña batalla de súplicas pidiéndola que vuelva a poner la misma postura, su sonrisa de vergüenza me hace guardar el móvil de nuevo en el bolsillo.

-Vale, guardo el móvil, pero ahora me debes una foto.

-¿Mía?- pregunta señalándose.

-Sé que eso va a ser imposible así que me conformaré con una de los dos.

-Pero aquí no, que llevo unas pintas- se mira el delantal-. Además hay sitios mejores que la pastelería aunque es muy mona eh, pero yo ya la conozco mucho.

-Tranquila, no decía ahora mismo pero que sepas que vas muy guapa.

Mis palabras causan el mismo efecto que cuando me ha pillado mirándola. Sus ojos ruedan mientras niega con la cabeza mostrándome sus dientes. 

En todas partesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora