2. Vino, cerveza y sushi

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No sé la cantidad de coches que he podido arreglar a lo largo de la mañana pero han sido más de para los que estaba preparado y menos quizás de los que me hubiese gustado. Sea como sea he acabado agotado antes de la comida y por mucho que esperaba que el después fuese más tranquilo el lado más salvaje de mí quería más y así ha sido, no se ni como he llegado al final del día. Cuando apenas son las ocho de la tarde mi jefe me ha dejado a cargo de cerrar el garaje ya que aún me quedaba media hora poder terminar de arreglar el último coche que me había consumido más de la mitad de la tarde, estaba tan picado con él que cuando me he despedido de mi jefe y el mi compañero rezagado no he sido consciente ni de las palabras que me han dicho. No es otra que la llamada de Samantha la que consigue hacerme volver a la realidad en el silencio del garaje donde solo oía mi respiración y el ruido provocado por mi mismo al coger y dejar las múltiples herramientas. Haciendo malabares pulso al táctil para desbloquear y poder poner el manos libres sin que esta llamada me impida el seguir trabajando lo que espero poder terminar en al menos cinco minutos ya que casi todo el lío está ya solucionado.

-¿Se puede saber dónde estás?- dice sin saludar.

-Hola a ti también- río-, en el garaje Sam donde quieres que esté chiquilla.

-Pues en la estación esperando al que es mi tren que va a llegar a tu parada en menos de dos minutos según los itinerarios.

-Mierda- murmuro-. Lo siento de verdad, es que estoy super liado con un coche y se me ha olvidado por completo hasta la hora que es, de hecho sigo sin saber que hora es.

-Las ocho y cuarto, ya lo he notado con la cantidad de mensajes que te he enviado porque se que las llamadas te gustan poco.

-No es que me gusten poco, es que llega un punto donde me aburren y no se que decir.

-Pues contesta a los mensajes hijo mío.

-¿Te vuelvo a repetir que estaba liado?

-No hace falta no, yo me voy a casa porque sabes que me encantaría ir hacerte compañía al garaje pero eso de tener que cambiar de vía cuando seguro que está apunto de llegar y al mío le queda tan poquito me da demasiada pereza.

-Oído cocina, lo pillo Sam tranquila si no hace falta que vengas, además en nada acabo estoy- paro de hablar ya que hago esfuerzo apretando con la llave inglesa- apunto de salir ya, me queda un retoque y voy para casa.

-Pues nos vemos en casa rubio- dice con un tono de voz que me hace imaginarme su sonrisa.

-De acuerdo rubia, por cierto la cena corre a cargo mío.

-Eso quería oír, chao chao- ríe sin darme tiempo a quejarme ante su respuesta.

Si tengo suerte podré coger el tren siguiente por lo que empiezo a darme prisa, ultimo los detalles lo más rápido que puedo y con todo listo hago igual que esta mañana, me pongo el abrigo, cojo el móvil y al salir me aseguro de que he cerrado correctamente como se espera que haga. De camino a la estación intento encontrar el itinerario en la aplicación que Samantha me enseñó pero no obtengo un resultado bueno por lo que ante lo que pueda pasar empiezo a correr evitando aquellos que salen del trabajo, vuelven a sus casas en esta zona de la ciudad o simplemente pasean con sus amigos. Cuando entro en la estación oigo al igual que esta mañana como el tren empieza a entrar en la estación pero queriendo evitar tener que esperar al siguiente subo las escaleras jugando de la mano con la muerte ya que en algunos escalones casi veo los peldaños de cerca. A diferencia del conductor de las ocho y diez de la mañana este espera a que la gran cantidad de gente se baje y entre ese montón me cuelo a empujones casi al borde del pitido con la lengua fuera y cayendo en el primer asiento vacío que encuentro gracias a Dios.

En todas partesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora