26. Tiempo

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Habíamos pasado de escondernos a exponernos. Después del beso en la discoteca buscábamos pequeños momentos donde nadie nos viese para sentirnos el uno cerca del otro, luego la semana interminable con mensajes a cada minuto que podíamos y donde se podía ver que desde luego nuestras intenciones no eran para nada de amigos sino que ya habíamos cruzado esa invisible línea la cual creo que nunca existió entre nosotros. Ahora en el reencuentro arrasábamos con nuestras manos cada parte del otro sin importar la gente que pudiese pasar por delante de la cristalera o incluso quisiese entrar chocando con el cartel de cerrado y nosotros dos detrás de la barra suplicando por quitarnos la ropa cuanto antes cosa que no habíamos hecho aún porque pese a todo éramos conscientes de que no era el lugar.

Colocando mis manos en sus caderas empecé a separarla cuidadosamente sin ejercer mucha fuerza para que notase que solo sería un momento ya que necesitaba hablar con ella y si no parábamos era imposible. Ambos hacemos un esfuerzo enorme por detener las ganas de nuestros labios al roce dando también una tregua para tomar aire. Sus manos acarician lo bajo de mi pelo con movimientos que en otro momento podrían ser cariñosos pero ahora solo me hacen tener que cerrar los ojos pidiéndome a mi mismo que lo sexy que puede parecerme en este momento es peligroso si no aseguro antes que nadie entre en la pastelería.

-¿Hugo?- pregunta haciendo que abra los ojos- ¿Pasa algo?

-No, es decir, si. Déjame que cierre la tienda y seguimos por favor- sueno en súplica.

De sus carnosos labios sale una risa juguetona a la par que se separa de mí para apoyarse en la barra. Parece tener que controlar su equilibrio cosa que me produce una sonrisa absurda ya que ahora se que no soy el único que está en estado crítico por cada movimiento que ella hace o las cosas que dice. Ambos nos hemos causado siempre el mismo efecto aunque no lo hemos querido admitir.

Ando rápido a la puerta con las llaves que Anaju me ha dejado con pánico a lo que pudiese pasar estando yo solo. No se si esto le gustará, el saber que Eva y yo vamos a meternos en cualquier rincón de la pastelería para solucionar el primero de nuestros problemas que es el tiempo sin vernos. Al menos así no se quema la pastelería. 

Al girarme para volver ya una vez todo puesto tanto para clientes que sepan leer el cartel de cerrado como para los que intenten entrar, veo como Eva anda hasta el marco de donde no sale luz alguna esta vez, se apoya llevándose el dedo índice a la boca donde lo pasa por sus labios sonriendo para finalmente adentrarse en cuarto quitando su mano con un pequeño tirón del labio inferior que me lleva a seguirla para que lo próximo que toque su boca sea la mía.

En la oscuridad del pasillo ando a contra luz por la poca que entra desde la pastelería distinguiendo completamente la silueta de Eva que desabrocha su camisa azul cielo dejándola abierta y mostrándome los pantalones de chándal cortos que lleva puestos debajo. Siempre viste también, o más bien la queda todo perfecto porque desde luego que esta combinación de ropa nunca se me hubiese ocurrido que podría verse como se muestra en su cuerpo. 

Al acercarme junto a ella apoya su cuerpo en la pared cogiéndome de la nuca para juntarme a ella. Nos besamos, sus labios mordisquean los míos y noto sus movimientos contra mi cuerpo esta vez sin música ni si quiera sin estar planeados. En un momento donde nos separamos me escapo a su cuello empujando la camisa por uno de sus hombros, ella arquea su espalda dejando que mi mano se cuele allí para sujetarla y que no se canse. Beso desde el lóbulo izquierdo de su oreja hasta llegar a la tira del sujetador donde mi otra mano libre corre a juguetear. La acaricio mirando a los ojos de Eva que se abren y se cierran a cada beso que voy dando para darme tiempo a disfrutar de su cara y de ella al completo. Su mano derecha empieza a cogerme de la mandíbula para sorprenderme con un gesto firme haciendo volver mi vista sobre ella ahora más segura que nunca, empuja mi cuerpo a la pared contraria y es ella quien me besa el cuello donde no hay tatuaje alguno. Tira de mi camiseta rogando por que me la quite y como si estuviese a su merced la hago caso topando con el delantal que ni ella ni yo parecíamos recordar.

En todas partesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora