Cuando se alineen las estrellas • Flamantha •

Me debe un café

Madrid era una de sus ciudades favoritas pero a la vez de la que peores recuerdos tenía. Había hecho sus primeros años de universidad en la capital pero había acabado harta de una carrera en economía que no la gustaba lo más mínimo. Sus padres siempre habían dejado que hiciese lo que le gustara pero sin dejar de tener los pies en el suelo. Así que se había decido por una carrera con salidas que terminó por ser lo contrario para ella haciéndola sentir que iba a ser imposible salir de ahí viva. También debía admitir que habían sido un par de años muy divertidos en los que había hecho muchos amigos con los que había vivido mil aventuras, pero siempre recordaría lo mal que se sentía haciendo algo que no la llenaba en absoluto. Viviendo en el centro también había aprendido lo que era ser independiente por primera vez en la vida y a tener compañeros de piso que no fueran de su familia. Después de dos años y medio, había vuelto a Valencia para pensar bien que quería hacer con su vida y tener una conversación seria con sus padres. Finalmente , había decidido irse a Barcelona a estudiar lo que realmente la gustaba, llenaba y emocionaba. Todo esto sin saber lo que la depararía el futuro y que unos años después su cara iba a salir en todos los medios celebrando sus triunfos. Habían sido unos años moviditos en los que había trabajado muchísimo por triunfar en lo que hacía, o por lo menos llegar a algún lado para hacerse un hueco en ese mundillo tan complicado, y así poder demostrar a sus padres que todos sus esfuerzos no habían sido en vano. 

 Con 28 años por fin lo había conseguido. Siempre había soñado con que su nombre saliera en grande en todos lados y no en la letra pequeña donde solía pasar desapercibido, pero tanto éxito también traía numerosas entrevistas en las que tenía que repetir mil veces la misma información. Su mayor problema era que en general aunque estuviera feliz, su semblante siempre reflejaba seriedad o estar en babia por lo que tenía que ponerse en el papel de una persona  sonriente durante las entrevistas para que no pensasen que era una seca o borde con los medios. 

Su primera intención había sido volver a casa, pero Álex, su representante, la había obligado a cambiar la ruta Valencia-Barcelona para que pasase primero por la capital a hacer una entrevista que había surgido repentinamente. En otros casos hubiera podido decir que no porque no la pillaba realmente de camino y era mucha faena tener que hacer ese cambio de planes. Pero, como siempre, la suerte no estaba de su lado y justo la querían entrevistar en una revista muy importante a nivel internacional y desaprovechar la oportunidad era algo que solo una estúpida hubiera hecho. 

El problema fue que la entrevista estaba siendo tan ''importante'' como incómoda y deseó con todas sus fuerzas haberla rechazado por muy importante que fuera. Además de las preguntas comunes, el entrevistador estaba preguntando cosas muy personales sobre su vida y su día a día. De normal era muy celosa de su intimidad, pero sí que había veces que contestaba algunas preguntas si se estaba sintiendo a gusto con la otra persona y el ambiente. Este no estaba siendo el caso. Desde que se había sentado ya se había comenzado a sentir algo violenta. Llevaba un vestido que se la subía cada vez que se movía un poco en la silla y el entrevistador no dejaba de lanzar miradas fugaces a sus piernas. A consecuencia de ello, se pasó toda la entrevista rígida y pendiente de bajarse la ropa. 

— ¿Ya has llegado a tu límite?

— ¿A qué te refieres exactamente?

— Que si crees que ya has dado todo lo que podías ofrecer.

— Bueno, no creo que haya límite en la creatividad — respondió algo molesta —. Yo sigo teniendo proyectos y estoy escribiendo más cosas.

— ¿Alguien te ayuda?

— Siempre comento o enseño lo que estoy haciendo con personas de mi confianza para ver que les parece.