El día y la hora

1.5K 115 14
                                    

Estaba de los nervios. Le había costado mucho dormir desde que le habían llamado de la discográfica para que se reuniera con ellos. Se le habían juntado esos nervios con lo de Samantha y Marta, haciendo que lo de irse a la cama fuera una tarea completamente imposible. La noche anterior se había tomado algo para poder dormir porque no quería llegar a la reunión con unas ojeras que tocasen el suelo. No le habían pedido que llevase nada, pero él se había llevado una carpeta con mil cosas por si acaso le decían que querían que les enseñara algo que no había previsto. Prefería ser el idiota de la carpeta a rebosar antes que el idiota que no va preparado a la reunión más importante de su vida. La abría y cerraba continuamente, siendo el pesado que mueve la pierna nervioso y al que quieres matar por no parar. Revisaba cada hoja de arriba a abajo, como si no supiese de sobra que estaba bien, pero aún así necesitando hacerlo para reconfortarse a sí mismo.

— ¿Te vas?

La pregunta de la recepcionista le sobresaltó más de lo que se esperaba. Dio un salto en la silla y la chica se disculpó por haberle asustado. No era mucho mayor que él y parecía bastante agobiada con tanto papel alrededor, lo que le hizo pensar que era nueva o que tendría un mal día. No entendía muy bien a qué se refería, y la chica pareció entenderle sin decir nada y señaló la maleta que descansaba a su lado con la riñonera encima.

— Sí, tengo un viaje después de comer.

No quería perder mucho tiempo de vacaciones y había cogido el AVE a una buena hora para poder estar en Barcelona ese mismo lunes. No sabía si las noticias que le iban a dar serían buenas o malas, pero lo que sí tenía claro era que quería estar con Samantha para digerirlas.

— Haces bien — dijo la chica con una sonrisa — Espero que lo disfrutes.

— Muchas gracias.

Acercó más la maleta al asiento, sin razón aparente porque sabía que esa chica no se la iba a robar, pero necesitaba la seguridad de tenerla cerca en ese momento al igual que con la carpeta. La pilló un par de veces mirándole, con la boca abierta a punto de decir algo pero con las palabras muriendo en sus labios antes de que fueran pronunciadas.

— Soy Ana.

— Flavio — respondió algo confuso.

— Ya, te he visto en la tele — confesó por fin algo sonrojada.

— Por desgracia.

— Se te veía muy agobiado.

— Seguramente lo estaba — respondió intentando no sonar descortés a pesar de no querer hablar del tema.

— Hacéis buena pareja.

— Nadie ha dicho que sea verdad.

— Lo siento en mi corazoncito — dijo poniéndose las manos en el pecho dramáticamente.

El murciano la miró extrañado pero con un gesto divertido. No sabía quién era esa chica pero al menos le había sacado una sonrisa cuando estaba con el nudo de nervios en el estómago. Ana sonrió ampliamente y levantó ambas manos para enseñarle que tenía los pulgares en alto en un gesto de ánimo. Al otro lado de la pequeña sala se abrió una puerta y un hombre muy alto salió para indicarle que entrase detrás suya. Se levantó rápidamente, haciendo que se le cayese la carpeta al suelo con los nervios y que la riñonera se empezase a deslizar sobre la maleta por el golpe que le había dado sin querer.

— Pase lo que pase, no es la última oportunidad — le dijo la chica sin dejar de sonreír — Irá bien, tengo un pálpito.

Flavio asintió agradecido por los ánimos. Si había sentido que lo de su relación con Samantha era verdad, se fiaría de ese pálpito que decía tener. Arrastró la maleta intentando que hiciese el menor ruido posible, cerrando la puerta después de entrar y sentándose en la silla que le estaban indicando. Una vez lo hizo, tragó saliva nervioso sin saber muy bien que esperarse de esa reunión y se acercó a estrechar la mano de las tres personas que le esperaban dentro.

Cuando se alineen las estrellas • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora