Cita doble

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Los premios se acercaban y Samantha estaba cada vez más nerviosa. Quería ganar porque era la única mujer nominada en esas categorías y sentía que tenía que conseguirlo por todas las otras que se habían quedado en el camino por incluir a más hombres en ellas. Por otro lado, había visto las películas de sus rivales y no podía negar que eran buenísimas, tanto que seguramente ganaría uno de ellos. No la importaba perder, la verdad, pero necesitaba ganar por su familia y que vieran que todo el esfuerzo no había sido en vano. Si conseguía alguna de las dos categorías a las que estaba nominada, llevaría la estatuilla al pueblo para que sus padres la tuvieran en el salón y se sintiesen orgullosos. Ya lo estaban, de eso no tenía ninguna duda, pero para ella era importante el poder llevar el premio a la casa que la había visto crecer y en la que tanto había soñado con ser alguien.

Álex estaba igual de nerviosa que ella, pero a la vez completamente segura de que iba a ganar. La valenciana agradecía la confianza, pero también veía las cosas más negras, algo inusual en ella. La representante ya tenía todo cogido para que llegase a Valencia dos días antes de los premios y que así pudiera bajar al pueblo para estar con su familia los días antes de la gala. Samantha la agradecía enormemente que la hubiera podido colocar la agenda de tal manera que la dejaban esos días libres para estar con ellos. La catalana sabía de sobra lo importante que era la familia para la rubia, y aunque había costado bastante, había salido airosa de la tarea de ubicar todo de manera que la chica pudiera ser un poquito más feliz. Ella se quedaría en Valencia resolviendo cosas y cerrando algunas entrevistas mientras la rubia disfrutaba del calor de su pueblo. Habían quedado en que la mañana de los premios, el padre de la chica la llevaría de nuevo al centro para poder planificar bien el día que las esperaba, y esa tarde-noche se reunirían sus padres, su hermana y ella para ir hacia el auditorio donde se celebrarían los Goya.

— Yo veo todo bastante planificado — dijo satisfecha Álex cerrando su agenda con el planning.

— Yo también, muchas gracias por despejarme la agenda.

— Más te vale ganar para que merezca la pena.

— Eso no depende de mí.

— Ya, era una broma, tontita.

— ¿Ya tienes vestido?

— Uno negro para estar de luto por todos los hombres a los que vas a hundir esa noche.

— ¡Alejandra!

— Me tienes censurada, es agotador...

— ¿De verdad vas así o te lo has inventado?

— Tengo que pasar desapercibida para que brilles tú.

— Podemos brillar las dos, a mí me da igual.

— Ya lo sé, pero la vida del representante es así.

— Pues injusto.

— No pasa nada, luego me quedo la mitad de lo que ganes y listo — bromeó haciendo reír a la rubia.

Ambas acabaron en el sofá de la chica charlando con una copa de vino en la mano. Álex estaba muy contenta sabiendo que la valenciana estaba inspirada de nuevo y llenando páginas y páginas de Word con algún guión o historia que seguramente le encantaría. También la veía rellenar sin descanso su propia libreta, y se alegró de que estuviera sacando de su cabeza todo lo que se le acumulaba y necesitaba plasmar para no explotar en el sitio. Samantha era una delicia escribiendo. Todas sus palabras estaban siempre minuciosamente elegidas y colocadas de manera que cada vez que la leyeses se te encogiese un poquito el corazón. Hablaba siempre desde dentro, desnudándose completamente a todo el que estuviera dispuesto a escucharla. Su película era buena, muy buena, pero la catalana estaba segura de que lo que la hacía tan fascinante era la manera en la que todo estaba conectando y te sorprendía a cada instante. Podías sentirte identificado con algo de cada personaje, podías odiar al mejor por representar algo que no te gustaba de ti mismo o amar al peor por ser todo lo que desearías ser. Dolorosa y cruda, te hacía llorar de la impotencia, pero también te dejaba el cuerpo temblando con ganas de levantarte y hacer todo lo que no te habías atrevido a hacer hasta el momento. Alejandra admiraba a Samantha, como profesional y como persona, por eso no le gustaba cuando la chica se menospreciaba o pensaba que iba a perder después de haber creado algo que solo se podría describir como una obra de arte audiovisual. La morena sabía que su amiga iba a ganar, al menos uno, pero algo tan bonito no podía quedarse en dos simples nominaciones. Samantha estaba destinada a destacar de una manera u otra, ya fuera por su arte o su personalidad. Ella no lo creía, pero la catalana sabía que la chica estaba hecha para ser famosa porque daba gusto verla en los escenarios, ya fuera dando una charla seria sobre su película o bromeando con la gente. La valenciana se merecía ganar, y como que ella se llamaba Alejandra que iba a hacer todo lo posible por conseguir que, si no era en esta ocasión, fuera en la siguiente.

Cuando se alineen las estrellas • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora