Anima Libera

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Habían estado hablando hasta que Flavio tuvo que despedirse para poder cerrar la tienda y volver a casa. Samantha no dejaba de hablar y contarle sus cosas atropelladamente como si tuviera un tiempo límite para decir todo lo que necesitaba. A Flavio le hacía gracia oírla, a veces divagaba entre historia e historia para preguntarle alguna cosa random como su comida favorita o cuánto creía que pesaba su piano. Otras veces, se avergonzaba por todo lo que decía sin dejar que el chico participase en la conversación más que un par de veces. Se disculpaba por sus monólogos, pero el murciano la aseguraba que no era necesario porque él estaba más que dispuesto a escuchar todo lo que necesitase decir, a pesar de que le preocupaba que la chica se ahogase por no respirar entre frase y frase. Cuando había llegado la hora del cierre, no quiso colgar pero tenía poca batería y tuvo que hacerlo con la promesa de una noche de cine después de que ambos estuvieran tranquilos en casa, duchados y cenados. Que se despidieran, no quitó que estuvieran todo el tiempo mensajeándose hasta que tuvieron que dejar el móvil a un lado. Samantha estaba muy cansada, pero le había contado ilusionada que algunos medios la habían contactado después del vídeo en Instagram para volver a entrevistarla en condiciones y darle otra forma de explicar su versión, que como todos la habían dicho, era la real. La gente se había echado encima de la revista para forzarles a que publicasen la entrevista en vez de quedarse en meras palabras con falta de veracidad. Estaban siendo reticentes, pero estaban seguros de que al final sucumbirían a la presión social que estaba ejerciendo el público que era fan de Samantha y de los que no lo eran, que buscaban una disculpa pública para la valenciana.  

En cuanto llegó a casa, recordó que cenaba solo porque sus amigos le habían avisado de que iban a ir a tomar algo juntos por si se quería unir. Teniendo en mente los planes de la película, les había dicho que fueran sin él porque iba a estar demasiado cansado y prefería salir otro día que no se pasara el día entero en la tienda. La pareja se había extrañado porque Flavio no solía decir que no a un plan entre semana que implicara no tener que cocinar y poder estar de risas. Lo dejaron pasar, como muchas otras cosas últimamente, teniendo en mente que ya preguntarían al llegar. Abrió la nevera esperando ver algún tupper decente del que poder cenar para no perder tiempo haciéndose algo. Tristemente, el único que había era uno de lentejas y eso por la noche no era buena idea. Sacó un poco de queso y embutido para hacerse unos sándwiches y salir del paso. Como si su hermana le estuviera observando por un agujero, le llamó nada más sentarse en la mesa. Dio un mordisco antes de aceptar la videollamada y la cara de su hermana con una toalla anudada a la cabeza le dio la bienvenida.

— ¿Qué pasa, Bea? — preguntó con la boca llena.

— Hola, eh.

— Perdona.

Su hermana puso los ojos en blanco y se tumbó en el sofá viendo como el moreno colocaba el móvil frente a él apoyándolo en alguna superficie. Vio que estaba cenando un par de sándwiches y pensó en que su madre no estaría muy contenta de ver como se alimentaba su niño. Miró la hora y se sorprendió al ver lo pronto que estaba cenando cuando siempre acostumbraba a hacerlo sobre las diez o incluso más tarde porque perdía el tiempo con el piano o la guitarra sin darse cuenta de como pasaba el tiempo.

— Sécate el pelo que vas a pillar un resfriado — la sacó del trance la voz de su hermano.

— No sabía que estaba hablando con mamá — dijo sacándole la lengua —. Si quieres le digo que estas cenando eso, seguro que se pone súper contenta.

— Imbécil — rió el chico.

— ¿Por qué cenas tan pronto?

— Quiero irme a dormir pronto y me apetece ver una película antes.

— Tiene sentido y a la vez no.

Flavio le hizo burla para que su hermana pensase que era una pesada por no confiar en él. Tuvo que fingir porque justo ella era la persona que mejor le conocía en el mundo y como tirase mucho más del hilo, le iba a sonsacar absolutamente todo. No es que fuera un secreto en sí, pero si se lo contaba, iban a venir muchas preguntas que no le apetecía contestar. Además, era divertido tener intimidad en ese tema y no estar todo el rato informando de cómo iban las cosas.

Cuando se alineen las estrellas • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora