¿Crees en las casualidades?

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Desde que le habían pasado la noticia en la que la llamaban de todo menos guapa, Samantha se había aislado de todo el mundo durante dos días. Álex la había llamado esa misma noche y habían acordado dejar el tema estar hasta el viernes y ahí ya verían lo que hacer. Sabía cómo le afectaban ese tipo de cosas y que no iba a querer hacer nada inmediatamente, primero iba a necesitar un par de días consigo misma para poder procesar todo bien y tranquilizarse. Agradecía enormemente que su representante la conociese tanto y respetara sus tiempos de procesamiento. Que había estado preocupada con lo que le iba a pasar con esta entrevista era algo que todos sabían desde el minuto que se habían enterado de que había salido bastante mosqueada de ella. No le había dejado de dar vueltas aunque no se lo hubiera dicho a nadie más que a sí misma. Cuando habían sacado la noticia, ella no estaba viendo la televisión y se le había caído el alma a los pies cuando la habían llamado para avisarle de que había salido en las noticias. Toda su familia y amigos sabían de sobra que la entrevista no había sido como lo estaban contando en el programa, y conocedores de que la rubia sufría de ansiedad, se preocuparon el doble por cómo se sentía después de todo.

El miércoles había sido un suplicio y no había podido dejar de llorar en todo el día, el jueves se lo había pasado escribiendo para desahogarse y prepararse para dar la cara el viernes, y ahora estaba recostada en el sofá esperando a su representante después de limpiar todo su piso. Habían sido unos días duros, pero esa mañana se había levantado con menos presión en el pecho y preparada para lo que tuviera que hacer. Se sobresaltó cuando le comenzó a vibrar el móvil bajo el cojín, y se debatió entre cogerlo o no porque tampoco tenía muchas ganas de hablar con más gente de la necesaria. Cuando vio que la estaba llamando Mai, descolgó cogiendo aire.

— Hola, Mai.

— ¿Cómo te has levantado, titi?

— Bueno, mejor que los otros días.

— ¿Has podido dormir?

— No mucho, tengo una cara de mierda...

— Suerte que eres preciosa y eso es mentira.

Sonrió agradecida a su amiga por sus intentos de animarla, y se irguió para quedar sentada en el sofá y procesar mejor la conversación.

— Va a venir ahora mi repre a ver como solucionamos el tema.

— Álex es una crack — dijo haciendo que la rubia asintiese sin decir nada —. Ya verás que en nada te están mandando cestas de frutas para suplicar que les perdones.

— Que me manden chocolate que me gusta más.

— No te hemos querido molestar estos días, pero habíamos pensado en ir esta noche a tomar algo.

— No sé, Mai...

— Venga, así te animas un poco.

— No me apetece salir, pero podéis venir a mi casa si queréis.

— Venga, te llevamos la cenita y el alcohol — dijo para animarla — ¡Noche de chicas y borrachera!

— Me parece perfecto — rió.

— Pues esta noche sobre las nueve estamos ahí.

— Genial, te quiero, os quiero.

— Yo más, hablamos luego.

Colgó con una media sonrisa y pensando que quizás esa quedada era lo que más necesitaba en ese momento para poder evadirse un poco de los problemas. A veces deseaba volver a su vida de antes porque al menos no sufría tanto y no debía tener tanto cuidado con todo lo que decía. Sobre todo cuando ella era una persona sin filtro que siempre hacía y decía las cosas sin pensarlas mucho en el momento. Por otra parte, no quería volver a esa vida porque casi no tenía dinero y a pesar de estar haciendo un buen trabajo, no estaba siendo recompensada como merecía. La oportunidad que se la estaba dando era increíble, se sentía afortunada y no podía desaprovecharla por la presión del momento. Reconoció el sonido de los tacones de su representante incluso antes de saber que era ella porque no era algo que se soliese oír en su bloque. Sonrió triunfante cuando efectivamente llamaron a la puerta unos segundos después y al abrir se encontró a la morena apoyada en la pared con la mano en el pecho intentando coger aire.

Cuando se alineen las estrellas • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora