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Taehyung y Jimin se hicieron grandes amigos casi desde el primer momento en que se vieron. Parecía como si de hecho se trataran de viejos conocidos que recobraban el tiempo perdido por lo fluidas que eran las pláticas entre ellos.

Yoongi pensó- o, más bien, estaba seguro-que tal vez se trataba de un caso de almas gemelas. De esos que ya pocas veces se veían en el mundo y de los que a nadie le importaba.

Era de las pocas cosas que él con sus tantos años encima todavía creía. Había sido testigo infinidad de veces de personas encontrando a su otra mitad como para negarse a pensar que era verdad.

Por supuesto, los casos de almas gemelas solían confundirse con relaciones románticas, pero eran pocas excepciones y no la regla. Yoongi sabía que las almas gemelas no solo se trataban de enamorados, sino de una profunda compatibilidad divina entre dos seres que habían nacido para conocerse.

Jimin y Taehyung tenían eso. Si se llegaban a enamorar o no, le daba igual. El único inconveniente era que ambos parecían muéganos derretidos. Desde la llegada de Jimin, cinco días atrás, su vecino había ido sin falta cada mañana a llevar café y postres de su cafetería.

— ¿Cómo te estás adaptando, Jimin? —preguntó su vecino, mordiendo un panquecito.

—Muy bien—dijo el pelinegro— Yoongi es muy... Amable.

El vampiro, como siempre, estaba sentado en el sillón principal, mirando hacia la nada, pero escuchando en contra de su voluntad la conversación de los dos intrusos que seguían desayunando en su cocina.

Él no se podía describir como alguien amable, sino como alguien permisivo y desinteresado. Jimin llevaba una semana viviendo con él simplemente porque no había sabido decirle que no a su compañera de trabajo.

¿Su compañero de piso diciendo que era amable? Nada más porque durante todos esos días juntos habían comido en la cafetería, sin falta, en sus horas libres. Yoongi incluso había servido como guía de turista cuando Jimin le rogó -con una súplica verborreica de media hora-que no lo dejara solo porque se perdía con su facilidad.

En todo ese tiempo, como nunca, Yoongi ya había ido al supermercado a hacer las compras tres veces, había visitado a la señora Kim para pedirle canela (porque Jimin quería hacerse un té y estaba cocinando como para ir con las manos calientes) y había dado una vuelta completa por toda la ciudad.

Y él se limitaba a asentir o negar mientras Jimin hablaba y hablaba y hablaba. El chico siempre tenía algo que decir, ya fuera una historia de su ciudad natal y lo que ya extrañaba de ella, o algo relacionado a su profesión. Yoongi podía jurar que en muy poco tiempo él mismo se iba a titular como comunicólogo de todas las cátedras que el hombre ya le había dado.

— ¿Yoongi amable? —la voz de Taehyung hizo que su mente volviera al momento en donde estaba y que de pronto se diera cuenta de que sus acompañantes se habían movido cerca de él. Ambos estaban sentados en el piso, junto a la nueva calefacción.

—Lo es, mucho—le respondió Jimin, sosteniendo su taza con algún líquido que humeaba. Desde donde estaba, Yoongi no podía notar el evidente sonrojo que el chico tenía—. Siempre está dispuesto a ayudarme.

—Tal vez no sabe decir que no.

Sí, Taehyung no era tan tonto como creía. Yoongi le concedía eso.

—O es verdaderamente muy servicial. Yoongi jamás me ha puesto una mala cara y siempre parece interesado en lo tengo que decir.

Yoongi casi hubiera sentido lástima de oír el malentendido, pero no pasó. No sintió nada. Sólo miraba el mismo punto fijo de antes, quedándose lentamente en blanco como usualmente le ocurría. Fue por eso que no se percató cuando Taehyung se sentó a su lado y sacudió su mano en frente de él, tratando de llamar su atención.

Tibio [my + pj]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora