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Hacía calor. Mucho calor. El sol brillaba más que otros días. O eso suponía Yoongi porque Jimin llevaba más de media hora quejándose de lo mismo. Ese sábado en particular, el hombre se había levantado muy temprano-bastante animado tenía que decir-, obligándolo a levantarse también para acompañarlo en sus actividades.

Como siempre, se mantenía activo con un buen semblante; cantaba despreocupado mientras preparaba el almuerzo y, de vez en cuando, bailaba al compás de una canción extraña que había puesto desde su celular.

Por un espacio de dos horas, se mantuvo así, alternándose entre cocinar, bailar, hablar y en el ir y venir hacia el patio de la casa, llevando consigo mil cosas que Yoongi reconoció más tarde.

—Estás muy pálido, me preocupas. Tal vez te hace falta un poco de sol—le dijo el chico, finalmente explicando lo que estaba haciendo. Resultó que había despertado con la sensación de ser un girasol, por lo que le pareció buena idea comer afuera para recibir los rayos del sol y así llenarse de energía.

Yoongi quiso decirle que su palidez se debía a que estaba muerto, que no tenía que molestarse con algo así, pero como obviamente no podía confesarle eso a Jimin (o al menos no le creería), accedió en silencio y se arrastró hacia el patio para sentarse junto a él en las sillas que éste había cargado hasta ahí.

Tenía que reconocerle, a pesar de no importarle del todo, que de verdad se había esforzado. Jimin había colocado en el jardín una mesita rosa pálido, que ni siquiera sabía que tenía, y en el centro había puesto un florero lleno de, sí, girasoles. En cuanto a la comida, había preparado de todo: Café, jugo de naranja, panqueques, avena con frutas, ensalada, sándwiches, en fin, Yoongi no estaba seguro de poder acabarse todo, por lo que intuyó que esperaban visitantes, como ya se estaba volviendo costumbre con Taehyung merodeando todos los días en su cocina.

—Los girasoles me gustan mucho, son bonitos, ¿no? —Jimin le comentó con un gesto satisfecho cuando por fin empezaron a comer. A pesar de haber hecho muchas cosas esa mañana, arreglarse no había sido una de ellas, porque seguía con esa pijama de aliens rojos que siempre usaba.

—Pero están muertos—Yoongi no hacía comentarios muy acertados. No era un buen conversador, pero eso a Jimin no pareció molestarle porque le sonrió con lo que él reconoció como amabilidad.

—Estos que compré sí están muertos, pero no por eso dejan de ser bonitos—le dijo con voz paciente, tal vez con el tono que usaba para dar clases—. A veces ni la muerte puede llevarse al amor.

—No te estoy entendiendo, Jimin—Yoongi no podía darle sentido a la conversación. Los sentimientos se habían ido esfumando de su corazón muy lentamente a través de los años. El último recuerdo que tenía de haber querido a alguien se lo dedicaba a sus abuelos, pero de eso ya tenía muchos años.

—Que yo aún le lloro a George... —prosiguió Jimin, limpiándose una lágrima imaginaria—Hablo de George Harrison, eh. Por si pensabas en George Weasley, no es él.

—No importa, no conozco a ninguno.

Jimin exhalo con fuerza, viéndose muy sorprendido, y llevó sus manos hasta su boca para cubrirla con cierto dramatismo. Yoongi podía jurar que había perdido el color de su rostro.

—No sabes quién es George Harrison—casi gritó. Yoongi asintió.

—Ni George Weasly.

—Oh por Dios, Taehyung tiene razón... Estás muerto.

—Eso mismo les he estado diciendo.

Jimin guardó silencio, todavía luciendo preocupado. Su cabello se había desordenado por el viento de la mañana por lo que su apariencia había adquirido cierto brillo de decadencia que hubiera preocupado a cualquiera con un poco de simpatía hacia él, pero no a Yoongi, obviamente, que podía notar las emociones, pero no se preocupaba por ellas.

Tibio [my + pj]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora