Veneciano, Romano, España y Portugal.

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Estaba cansada y enojada. No pasaría más de cuatro horas metida en la ONU por abrir una botella. Así que intentó por ella misma abrir, usaba la lógica de todo esto, ocho países usaron sus fuerzas de machos, ¡debió moverse un centímetro la mugrosa tapa!

Respiró hondo y giró.

― ¡Maldición!

― ¿Romano, eres tú? ―de una pared se asomó España creyendo que sus oídos escucharon una maldición propia del italiano mayor, pero no fue así. Era una chica que lo miraba aturdida, sosteniendo una botella. Parecía que esa botella no abría. ¿Necesitaba ayuda?

―Sí… ―acertó sin más, ¿qué más podría perder? Un intento más no haría mal nadie, quizás a su paciencia. ¿Por qué tenía que tener poca paciencia?, haría una excepción con todos ellos. Sólo por ser países.

España se ofreció amable, giró la tapita de la botella y allí se detuvo.

―Hey, está muy apretada. Veamos con los dientes ―muy divertido, usó los dientes, quejándose de dolor. Su siguiente movida fue un tomate incrustado en la tapa―. Ahora sí abrirá.

―Este… ―cargando con el peluche que le encargó China, el tomate no cambió nada. Recordando al peluche― Disculpa, ¿has visto a Prusia?

―Sí, está ocupado con su grandiosa persona, ¿por qué? ―ladeó la cabeza, atento a las explicaciones de la chica que llevaba un peluche de osito panda― ¡Ya veo! Eres una fans, es común por aquí.

―No lo soy, ósea sí, pero el peluche me lo mandó China. ―no quería que se malinterpretara. Pensándolo bien, debió traer un presente a cada uno por ayudar con su botella, no obstante jamás pensó que abrir una botella sería tan difícil.

De acuerdo, España la guiaría donde Prusia, después verían cómo lidiar con esa botella. Le ofreció el tomate medio destruido a la chica que todavía no sabía el nombre y tampoco ninguno de los dos, se presentaron. Anni negó con la cabeza, no tenía hambre. Antonio lanzó el tomate para atrás, al suelo.

―Eso puede causar un accidente. ―dijo ella, caminando y echando un ojo hacia atrás.

―No pasará nada, siempre limpian. ―yéndose lejos, Francia caminaba adolorido, ese Inglaterra era lo menos delicado del mundo, ¿cómo se atrevió a sacarle pelo de su hermosa melena rubia?, y ¿qué hizo él para merecerlo? No hizo nada malo, sólo quiso dar amor a la damisela en peligro por abrir una botella.

Metido en sus pensamientos, pisó el tomate y se cayó.

ESPAGNE~!!!

No podía ser Romano. Romano jamás despediría un tomate, lo lanzaría contra Antonio.

Sigamos con España.

Entraron a un salón, el español preguntó por Prusia. Los hermanos italianos no sabían dónde se metió, hace unos minutos estaba por aquí.

Anni no perdió su oportunidad en pedir ayuda sabiendo que los italianos son débiles y todo eso, no le importó. No debía juzgar, quién sabe, Veneciano podía ganar. Cuando éste surcó labios, Romano lo empujó, él sería el primero en abrir la botella porque era el hermano mayor y porque él vio primero a la señorita.

Antes de sostener la botella y abrir, le ofreció compartir una pizza. España rió suave.

―Romano, no puedes aprovechar esto en coquetearla.

―Cállate, maldición, nadie pidió tu opinión ―exasperado y arruinando su humor, recibió la botella de las manos de la joven, preguntándose qué tan complicado es abrir una estúpida botella marca gringa. Le bastó unos segundos para darse cuenta que era imposible― Maledizione!

¿Quién Puede Abrir Mi Botella? -Hetalia- DETENIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora