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Ente de orígen desconocido(Años atrás)

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Ente de orígen desconocido
(Años atrás)

El día estaba por terminar. Los colores cálidos del sol se desvanecen poco a poco y dan paso a las sombras de la noche, una noche despejada. Esta vez el clima era perfecto y el oxígeno era tan puro como el paisaje. 

—La noche será insuperable —se dice Liz, mientras abraza sus piernas y contempla el ocaso—. Mañana será un nuevo día —suspira—.

Habían pasado días desde la última vez que salía aunque sea un rato a explorar, y una forma perfecta de concluir era ver el cielo y esperar, solo esperar a que el tiempo pase por unos momentos mientras todo oscurecía.

El olor del aire era dulce y Liz se limitaba a respirar y llenar sus pulmones hasta saciarse.

Y así se queda por un buen rato. Hasta que ve la hora de irse.

—Hora de regresar —dice finalmente y emprende su camino de regreso al internado—.

Mientras camina con tranquilidad, siente la rugosidad de los troncos de los árboles; algunos húmedos por el musgo, otros con poca humedad, algunos de ellos sin una arruga en su tronco, lisos y confortables al tacto. 

En cada paso se va acercando al lugar que la resguarda del frío característico de la zona. Pero al acercarse huele algo extraño —¿madera? —piensa Liz —¿Será una fogata?

Acelera el paso mientras se pregunta por qué no le dijeron que harían una fogata. Creía que sus compañeras habían sido muy desconsideradas por no avisar. 

En su cara se hizo notar la sorpresa y el desconcierto. Al llegar no lograba ver nada, el aire contaminado con ese humo y ese olor. No era una fogata, eso era seguro. 

Liz corre hacia el internado lo más rápido que puede, a unos metros encuentra a una de sus compañeras, tirada en el césped, con el cuerpo lleno de cenizas y viendo atónita el internado.

—¿Qué está pasando?, ¿Estás bien? —dice Liz preocupada—.

—Tuve que salir, tuve que escapar y no pude hacer na... nada —respondió la chica asustada—. Nana ¡Ella está ahí dentro! ¡Todas están ahí!

—¡¿De qué hablas?! —cuestiona, alterada—.

—¡El incendio!, ¡el incendio en el internado!, ¡Salvalas Liz, por favor! —solloza—.

Sin hacer más preguntas, y con un dolor en el pecho, Liz se adentra al espeso humo esperando estar más cerca del internado. Comienza a toser y como puede tienta la fachada del inmueble hasta llegar a la puerta que yacía abierta. Adentro, no ve nada. A los pocos minutos de merodear por todos lados, siente como si estuviera perdiendo fuerzas. El internado tiene solo dos pisos. No hay nadie en el segundo, ni el primero. El fuego está arrasando con todo a su paso y no encuentra a su nana. El oxígeno comenzaba a faltar en sus pulmones. Necesitaba aire. Como puede encuentra una habitación con la ventana abierta y corre hacia esta sin duda. Respira desesperadamente. 

De repente escucha pasos en las escaleras —Hay alguien aquí— piensa—. 

—¡Nana! —sin dudarlo corre hacia las escaleras a su encuentro—.

Se detiene en seco al notar que no era su nana, alguna de sus compañeras o alguien conocido. No, ni siquiera es una persona. 

Sus ojos abiertos casi salen de sus órbitas, no parpadea y su cuerpo no responde, no puede moverse.

Era una criatura abominable, espantosa. No tenía ojos, en su lugar contaba con miles de bocas, o eso parecían. Decían cosas en idiomas extraños. El monstruo se acercaba a paso lento. Liz intentaba alejarse, temblando asustada.

—Inconcebible.







𝓒𝓸𝓻𝓻𝓸𝓶𝓹𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓽𝓾 𝓲𝓷𝓸𝓬𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪  |Jason the Toymaker y tú| EditDonde viven las historias. Descúbrelo ahora