Capítulo Uno

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La mañana se veía magistral para ser sábado, el sol está resplandeciendo adecuadamente, enviando sus rayos de luz a cada rincón oscuro para dar un nuevo comienzo.

La casa olía a manzanas debido a los inciensos que la morena encendió y también se escucha en la radio su banda favorita, sin duda se cataloga una mañana movida.

Tal vez, todo el ruido que ascendía al primer piso fue el causante principal para que la otra pelinegra, con los ojos achinados y los cabellos erectos, hiciera presencia un poco adormecida, pero al ver a la mujer mayor en la cocina, coreando a viva voz esa canción, fue mucho más fuerte para evadir cualquier malestar y despertar por completo. La imagen de su única tía, quien cumple el papel de su madre desde que tiene memoria, es perfecta en una mañana como esta.

Si tuviera que definir a su tía con una palabra, sería rara , debido a que la considera "una bomba de tiempo impredecible". Es rara, pero su rareza es espectacular haciéndola única; todos los que conocen saben ese detalle. Aunque se tiene que estar en el momento adecuado, en el lugar preciso y con las palabras repensandas para no afrontar el genio que maneja la mayor. Por ahora está ávida, tranquila e incluso, esa actitud regocijante es contagiosa, mas en el fondo, la joven sabe los límites. Es mejor tenerla de aliada que de contrincante. Es mejor hacer las cosas que ella considera porque de lo contrario, se lo verá muy mal. Su aura es de liderazgo, pero también de autoridad. Es mejor prevenir molestarla o eliminar doble sentidos, con ella hay que ser claros y no hacer el imbécil.

Al parecer, Rebecca llega a ser intolerable a la estupidez humana llegando a banearla.

Pero por ahora, como decía, tenía que aprovechar al ver a su tía alegre sin causa, días que son escasos. No quiere causar miedo, claro que no. Para ella, Rebecca siempre ha sido su salvación, no sabría en dónde estaría si no fuera por su adorada tía. Sí, llega a ser demasiado estricta ya veces demanda demasiada pulcritud en cada acto, pero también resulta que todas esas doctrinas se activan como un modo de camuflaje. Rebecca sufrió mucho en su niñez, no disfruta hablar de ello y prefiere cambiar de tema con frecuencia. A pesar de ello, fue ella quien la acogió en su hogar cuando era apenas una niña y jamás había escuchado de la existencia de Rebecca y la morena tampoco había escuchado de la existencia de su sobrina. Eran dos completas desconocidas que hicieron click al instante. La sangre las llamaban y el amor se hizo presente. Su verdadera madre se sintió incapaz de hacerse cargo de la niña no deseada y fue Rebecca, la mayor de, quien decidió tomar riendas sobre el futuro de la pequeña. No tenía ningún derecho de hacerlo ni siquiera alguna obligación para con su hermana, ella simplemente vio en foto a la neonata para saber que era ese pedacito de cielo quien le hacía falta en su vida.

Rebecca se enamoró, fue un amor a primera vista, de esos que ya no se creen por falta de personas sinceras. Se transformó y maduró mucho más rápido a medida que el remolino, quien físicamente parecía su propia hija, crecía desenfrenadamente. Nunca le escondió la verdad sobre sus padres: su madre fue una baracunata, despistada y débil, y su padre fue un vividor, egoísta y superficial que no caía en cuenta de la realidad. Y de todo eso, la ya adolescente jamás le reprochó nada, al contrario, estaba de acuerdo con su tía; aunque en el fondo, también estaba supremamente agradecida con sus padres por haber tomado una buena decisión y dejarla en brazos de la morena. No veo mejor ejemplo de mujer que la mayor.

Todos esos recuerdos siempre llegan cuando ve a su tía. Es inevitable. Siempre sonríe, le debe su todo a esa morenaza quien hace tortillas de forma graciosa ya que la cocina no es su fuerte, pero lo intenta a diario solo para mandarla con el estómago lleno a la universidad. Este sábado (que resulta demasiado soleado para su gusto) se encuentra libre de toda la actividad laboral y decide pasarla con la mayor, en casa, haciendo las compras de la semana.

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