Otra noche en la que las dos hacían que nunca sucedió. Otra mañana, con la esperanza muerta por ver sus rizos negros cubriéndole la cara o su cuerpo desnudo junto a ella, otra mañana que se levanta con decepción. La cama estaba vacía. Aunque la falta de ropa le confirma lo sucedido.
Una semana después
La casa estaba en silencio. Su hijo corrió a dormir al rato que su nana había abandonado la estancia. No querría quedarse a solas con su madre, quien se veía enojada y deprimida por algún motivo, pero quien también no soportaba nada, ni el más mínimo ruido. Como si la Bela de algún tiempo atrás hubiese vuelto y la idea lo tenía mal. No deseaba volver a escuchar el niño tal cual solía llamarlo, poniendo barreras de distancia, poniéndolos en todos los aspectos menos de madre e hijo.
Un golpe apurado irgue a Bela del mueble. Había dejado de pensar en el dichoso matrimonio que se estaba festejando justo esta noche para pensar en el sujeto que su cliente tuvo que haber callado de alguna forma. Otra vez, un golpe más fuerte que el anterior llama su atención y maldice mentalmente, mas hizo silencio para evitar abrir la puerta e implorar al inteligente que la visita a esas horas se marche.
Otro golpe.
Hijo de puta.
Abre la puerta y se asombra al ver a una Joza histérica por nervios, con apuros de confesarle algo. Llevaba un vestido corto, blanco, muy elegante, pero no estaba sola, una mujer más joven estaba a su lado casi con la misma expresión, con la misma elegancia. La reconoce enseguida y aprieta los puños. Vuelve a observar a Joza y lo deduce. Siente traición, rueda los ojos. La quiere echar lejos.
—¿Qué haces aquí? ¿Has visto la hora que es? —reclama acomodándose la bata.
Joza asiente y entra a la casa, al igual que la mujer.
Una vez enfrentadas las tres, mejora su cuestionamiento.
—¿Qué hacen las dos aquí? ¿Cómo es que se conocen?
—Pasó algo grave —interrumpe Joza, preocupada—, Ana me llamó enseguida, me contó que su tía se casaba y que era Rebecca, que me ha invitado, que asistí y al final, hubo un accidente. Fue una mierda. ¡Es una completa mierda!
¿Ana ha estado conversando con Joza? ¿Ana invitó a la boda a Joza? ¿Joza en serio asistió?
Su mejor amiga dice las palabras como si de algún concurso de rapidez se tratase y aunque le costó, pudo entenderla. Su corazón se detiene un segundo. Una corriente de calor la entumece y le hace pensar lo peor. La última parte la dejó perpleja.
¿Un accidente? ¿El día de su boda? ¡Qué mierda!
Ana rompe en llanto al escucharla. Bela traga imaginando mil escenas, tragándose también su orgullo y sintiendo un malestar en su pecho al instante.
Rebecca...
—¿Rebecca está bien? —pregunta sin ataduras.
Ana niega aún con lágrimas que trata de retener y Joza trata de calmarla. La lleva al mueble para sentarla y fue a por un vaso de agua. Bela había quedado en trance, deseaba preguntar qué demonios había pasado con Rebecca y cómo es que no estaba bien.
Ella debe estar bien. Necesita estarlo. Con o sin ella, Rebecca debe estar bien.
—¿Qué pasó? ¿Qué accidente fue? ¿Dónde está? ¿Có... Cómo está?
Su voz empezaba a escucharse afectada y sus manos la delataban. Lo último que quería Joza es que su amiga, la única que puede ayudarlas, pierda los cabales por la información. Fue lo primero que pensó, quizá Bela sea la más afectada por la noticia debido a su pasado con estas tragedias y tal vez se imagine perdiendo a Rebecca una segunda vez, siendo esta la definitiva. Ha de ser un balde de piedras, no de agua.
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En Otra Vida
Non-FictionSi esta es la vida en la que nos prometemos un final feliz, entonces, ¿por qué resulta tan complicado amarte como antes? ¿Qué nos pasó?