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Narra T/N:

Ante la reciente oferta de Alastor al querer acompañarme tras ofrecerme su brazo quedé muy confundida.

Sentía que tenía que rechazarlo e irme de ese hotel inmediatamente para ir al Emporio de Rosie. Ya era pasada de la madrugada, ni tenía la más mínima idea; mi mente iba mil por hora por las cosas esas de “reencarnación” de las que estuve hablando con Charlotte, y este hombre, Alastor, me daba cierta vibra extraña y conocida.

“Entonces, cariño, ¿qué dices? ¿Deseas que te acompañe hacia tu destino?” Me volvió a preguntar.

“No.” Pensé. “Es una linda oferta, pero puedo ir sola.” Volví a pensar, intentando de encontrar la mejor respuesta ante su ofrecimiento.

“Está bien. Vamos ya.” Solté, sin querer. Me quedé en shock un momento. Ni yo sabía la razón por la cual dije eso, cuando la idea era dar una negativa.

“¡Genial! Vamos entonces. Tus horas de descanso son oro, dulzura.” Canturreó. Yo solo suspiré y aferré mi brazo con el de él y nos fuimos del hotel, dándome cierta “paz” para poder olvidar lo que había pasado en aquella oficina.

Quizá su compañía tendría su ventaja. Andaba con sueño, y los habitantes de la Colonia Caníbal podían ser muy amables; desearte un buen día, una buena tarde o noche cuando caminabas tranquilamente, pero llegaba a haber más de uno capaz de lastimarte sin razón alguna, sin importar de que tu vestimenta fuese antigua.

***

Nuestro camino era tranquilo. Él tarareaba animadamente, aparentemente él sentía satisfacción cuando los demonios se alejaban de inmediato.

“¿Te gusta que los demonios se alejen de ti?” Pregunté, rompiendo nuestro silencio.

“Es lo que tengo que pasar por ser alguien poderoso, cariño.”

“Creo que eres alguien de pocos amigos...”

“Uhm... Puede ser.”

En ese momento, al querer poner más atención a nuestro camino fruncí mi ceño al darme cuenta de algo: ése no era el camino que yo tomaba para ir a la Colonia Caníbal.

Me detuve bruscamente, desaferrándome de su brazo. Él volteó su mirada a mí, confundido.

“Alastor, éste no es el camino.”

“Oh, ¿me estás diciendo que no conoces este camino, que es más pacífico que otros? Se nota que no tienes ni una pizca de interés por querer conocer más este mundo.”

“No sé. Solo sé que éste no es mi camino.” Agregué seriamente.

“Bueno, igual lo tomaremos. Muchas rosas estarán encantadas por tu presencia.”

Abrí bastante mis ojos ante sus palabras, sintiendo cómo mis mejillas subían de temperatura de inmediato.

Alastor se acercó a mi rostro con algo de burla y con una sonrisa victoriosa.

No me dijo nada, solo parecía analizar mis facciones. Entonces se separó de mí, ofreciéndome nuevamente su brazo.

“Vamos, T/N.” Enfatizó mi nombre. “Yo no te haré nada.”

No conocía bien a este hombre. A veces yo actuaba de manera extraña cuando estaba a su lado. Nada de eso me gustaba sinceramente ante tal rara sensación que invadía mi ser con su simple presencia. No quería sentir la misma experiencia dolorosa cuando estaba con Charlotte, si es que estar más con Alastor me haría pasar por la misma experiencia dolorosa.

“Cariño, vamos, no pierdas el tiempo ahí. No eres una estatua.”

“Puedo caminar por mi cuenta.” Dije desconfiadamente, rechazando su brazo. Me adelanté tranquilamente. Él se puso a mi lado, algo molesto aparentemente.

El camino aparentaba ser un parque. Habían faroles y rosales en el lugar. Se sentía casi como si fuera el mundo humano ante lo naturales que se miraban aquellas rosas y hojas.

“Es un ambiente muy tranquilo, ¿cierto?” Dijo él.

“Sí... Supongo.”

Alastor se detuvo en uno de los rosales.

“¿Qué haces? Sabes que tengo que ir don...” Él puso frente a mí una rosa marchita, con cierta caballerosidad ante aquella acción. “Esto... ¿Esto qué?”

“Las rosas y yo no somos para nada compatibles; se marchitan con mi tacto. Lamento que no pueda ser una rosa bonita como las demás.” La extendió más hacia mí.

Lo quedé mirando unos segundos, él mantenía su sonrisa aun siempre.

Esto es cada vez más extraño...

“Gracias, Al.” Sonreí para no quedar como alguien fría, y agarré la rosa marchita y, para que fuera más de su gusto, la acomodé entre mi cabello. “¿Se ve bien?”

Silencio: era lo único entre él y yo hasta que cierta musiquita antigua (quizá jazz romántico) fue reproducida por el micrófono de su bastón haciendo que Alastor reaccionara de inmediato.

“Lamento esto, querida.” Murmuró. “Y sí, te ves espléndida con esa rosa.”

Él hizo desaparecer su bastón de mala gana y acercó sus garras a mi cabello.

“Solo si la acomodo un poco...” Susurró para sí mismo al acomodar un poco la rosa en mi cabello. “¡Ahí está mucho mejor!” Me halagó. “¡Bueno! Mejor sigamos para que llegues a tu destino e intentar de olvidar este vergonzoso suceso.”

***

Los últimos minutos con Alastor habían sido cómodos, ni me había dado cuenta de cuándo había aferrado mi brazo con el suyo.

Todo aquello era simplemente perfecto incluso después de haber llegado al emporio y escuchar a Alastor despedirse de mí cuando inesperadamente agarró mi mano delicadamente, plantando un beso en ella y marcharse, dejándome con cierto nivel alto de temperatura. Y más sus palabras antes de irse habían sido también lo suficiente para sonrojarme:

“Si no es de tanta molestía, me gustaría que mañana nos encontramos en el mismo parque. Hay algo que me debes aún, chère.”

La emoción de ese momento... Mierda.

También, me quería disculpar sobre mi actitud un tanto desconfiada de antes; aparentemente a él no le había importado tanto y opté por dejar la situación a un lado.

Y ahora que estaba en mi pequeña habitación en el emporio, con ropa cómoda me sentía con energía a pesar de la hora y que debería de estar durmiendo, pero era imposible dejar de pensar en él.

“T/N, linda.” Oí a Rosie tras la puerta y la abrió con toda libertad. Ella tenía un camisón antiguo puesto. “Deberías de estar acostada ya. Además, ¿qué haces abrazándote a ti misma? Pareces una enamorada.”

Y así era, me estaba abrazando a mí misma. De inmediato alejé mis antebrazos de mi pecho.

“Nada. No es por nada.”

Ella sonrió con picardía, recostándose en el margen de la puerta.

“Hablaría contigo ahorita, pero será mejor durante el desayuno o el almuerzo. Duérmete ya.” Y se fue, cerrando la puerta.

Me acosté, soltando un suspiro.

“No debo estar enamorándome, por Dios... ¡Ni me relaciono tanto con él!” Susurré, mirando la rosa marchita que estaba sobre la mesita de noche.

[¹, ² temp]~¡Mᥙᥱ́strᥲmᥱ ᥙᥒᥲ soᥒrιsᥲ, qᥙᥱrιdᥲ!~ Aᥣᥲstor x T/N~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora