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Vivíamos en una pequeña casa de madera, muy acogedora, a los pies de Barcelona, que nos podíamos permitir gracias al trabajo de papá en la imprenta y al de mamá en la enfermería, curando heridos de guerra.

Corrí a la habitación de mis padres, y vislumbré a mi madre durmiendo, me dirigí hacia ella con el enorme regalo que mi padre había comprado para ella, entre los brazos. Esperé a que despertara y sin resultado, mi padre optó por encender el gramófono y posar la aguja para que acaricie su disco favorito.

Poco a poco mi madre fue abriendo los ojos y esbozando una sonrisa.

-¡Feliz cumpleaños Mamá!-. Dije entregándole la gran caja que se posaba sobre mis brazos.

Cartas de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora