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Algunas personas dicen que cuando hablamos de un exánime provocamos su invocación, habladurías en mi conocimiento, yo siento que con Ádriel podía y puedo hablar, aunque no encuentre en la soledad de mis palabras sus respuestas, ni esa singular sonrisa enmarcada en su rostro.

Su partida se presentó en un momento de suma delicadeza.
No lograba sentirme a salvo. La despedida junto a sus familiares y amigos fué pesaroso para las personas más cercanas al fallecido.

Las siguientes semanas fueron una mezcla entre aciagas y solitarias.

Nunca supe que fué lo que pasó, pregunte a sus familiares pero siempre me respondían con cajas destempladas, su madre siempre se había portado como una madre para mí, pero después de lo sucedido nunca salió de su casa.

Me coloqué en el alfeizar de la cristalera y esperé a que pasaran los meses.

Cartas de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora