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Mi madre me dedicó una leve sonrisa al ver la ternura en mis ojos llenos de inocencia.

Cogió lentamente la caja de entre mis brazos y la posó sobre si. Delicadamente, desprendió la tapa y posando su cálida mirada sobre la de mi padre, le ofreció un beso lanzado al aire que él raptó para custodiarlo en el fondo de aquel sombrero viejo, usado para simular su juventud. 

Él siempre decía que aquel sombrero, heredado de su padre, y de éste por el suyo, había recogido en varios años, cual ladrón, besos enviados al cielo, algo en lo que yo, inocente, creía.

De el presente, mi madre retiró un ilustre libro con cubiertas de piel, en el que podían verse varias páginas de papiro en las cuales fijar fotografías memorables.

Sin saberlo, aquél obsequio sería para mí, lo más valioso que algún día llegarían a tocar mis manos.

Cartas de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora