3.- SIN ETIQUETAS

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                Jungkook aguardaba sentado en el barandal de madera que decoraba el pórtico de esa cabaña vieja, la cual si seguías explorando parecía haber salido de una misma película de terror. Por la tarde se habían ocupado de revisar cada cosa en la casa, su hermano estaba decidido a deshacerse de todo así que apilaron en una esquina todo eso que ya no serviría.

Apartaron las andrajosas cortinas y pensaron en los grandes cambios que su nuevo hogar necesitaría para su comodidad, eso les llevaría poco tiempo probablemente.

Después Namjoon estuvo en el teléfono realizando algunas llamadas sin parar cuando milagrosamente obtuvo algo de señal, Jimin desempacaba su ropa y limpiaba el lugar en el que dormiría. Hasta ahora no había ningún mueble que les generara confianza para dejar sus prendas, por ahora su ropa se mantendría en las maletas hasta buscar alguno nuevo.

Jungkook estaba listo desde hacía unos minutos para la cena a la que fueron invitados, sentía molestia en los brazos y deseaba tumbarse en la cama para descansar, pero desafortunadamente no había cama que usar y por ahora tendrían que habituarse a dormir en el suelo.

Nunca se consideró entusiasta de las reuniones, jamás se imaginó llegar a formar parte de un circulo como el que su familia frecuentaba y por eso las molestias de sus padres.

El menor de los Kim prefería la creatividad, la música, los lugares que no te limitaran y siempre hubiera gente agradable con la que conversar o se permitiera reír ante una inocente broma. Namjoon, su hermano mayor encajaba más con el circulo soso y aburrido que hablara todo el tiempo del trabajo de oficina, pero JK prefería siempre las aventuras.

Acceder a venir a Bergwald pensó que era lo mejor, ya había hecho molestar a sus padres lo suficiente con sus actitudes y si venir evitaba que lo enviaran a un internado o un lugar más lejano privándolo de esa diversión, por supuesto que aceptaría Bergwald.

Hasta ese momento solo el lago le parecía fascinante, sin olvidar los sonidos de la naturaleza que esos estaban cansándolo. Se preguntaba porque Jimin había estado gozando cada detalle desde que bajaron de la camioneta.

Suspiró apenas y echó un vistazo al reloj que llevaba en la muñeca, Namjoon y Jimin estaban demorando más de la cuenta que comenzaba a impacientarse, además de que tenía demasiado apetito. Levantó su mirada desviando la atención de su teléfono, Beomgyu no respondía desde hace unas horas lo que quería decir que estaba ocupado o que la recepción era muy mala.

Lo extrañaba y de no ser por su irresponsabilidad de la que su pareja tantas veces le advirtió, estarían cenando en algún lugar lindo o besándose mientras ignoraban la película.

Oyó unas risas bastante divertidas por su costado, decidió pasarlas por alto para no causar una mala impresión, pero los pasos y las voces se escuchan más cerca. Hubo una estela de tierra y madera húmeda en el aire que lo obligó a mirar las siluetas que se aproximaban. Era una chica que hablaba contando alguna experiencia graciosa, a su lado un chico con una voz profunda y una bella sonrisa, poseía un perfil que no era común verlo en la ciudad.

Ese joven dejó de prestar atención al camino para mirar a la presencia que descansaba en el pórtico del viejo Vilhelm. A simple vista lucía como un perdedor, pero la voz de Audra se convirtió en un silencio que le dio escalofríos hasta los huesos cuando conectaron sus miradas.

A juzgar por su mirada disgustada, Jungkook creyó de inmediato que era el bad-ass del lugar, pero también le gustó esa mirada engreída, la forma en que sus ojos terminaban como un gota perfecta y esa definida mandíbula fuerte.

HIJOS DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora