Capítulo 23

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La luz se filtra a través de mis párpados cerrados y hace imposible que pueda seguir envuelta en la bruma del sueño.

Me remuevo con incomodidad, y tanteo para tirar del cobertor y cubrirme con él. Me hago un ovillo mientras trato de recuperar el hilo de mi sueño, pero es imposible. Estoy más despierta que dormida, y empiezo a ser consciente de lo que sucede a mi alrededor.

Me acomodo bocabajo, hundo la cara en la almohada e inhalo profundo. El familiar perfume de hombre inunda mis fosas nasales, y mi estómago hace un giro extraño en el momento en el que las facciones varoniles y angulosas de Harry Stevens se dibujan en mi cabeza. Su sonrisa suave y tímida se difumina en mi memoria y, de pronto, me encuentro anhelando mirarla de frente.

Mis ojos se abren y me remuevo hasta quedar bocarriba en la cama. Estoy sola. No hay señales de Harry por ningún lado. Tampoco esperaba que estuviera a mi lado al levantarme, pero, aun así, me siento un poco decepcionada.

El silencio de la habitación solo es interrumpido por el sonido de los autos que avanzan en la calle, así que miro hacia la ventana mientras el sol se filtra a través de las cortinas cerradas. Me permito, entonces, cerrar los ojos para imaginarme todo el caos que, seguramente, rige la ciudad.

Los recuerdos de la noche anterior me invaden poco a poco y la sensación de hundimiento se apodera de mí. Las imágenes violentas se reproducen en mi cabeza una y otra vez, y lo único que quiero es que desaparezcan para siempre.

Un suspiro entrecortado se escapa de mi boca y me incorporo, mientras trato, desesperadamente, de ahuyentar los recuerdos tortuosos.

No siento miedo de Harry, pero esa faceta suya tan impredecible y volátil me preocupa. Es como si la oscuridad tomara posesión de su cuerpo e impidiera que el verdadero Harry —ese que es dulce y bondadoso—, saliera a la luz completamente.


Bajo de la cama al cabo de diez minutos de meditación acerca de lo ocurrido. No me molesto en ponerme zapatos para avanzar por la habitación hasta el pasillo.

Al llegar a la sala, lo primero que veo es a Harry, con una taza entre las manos y la mirada fija en la nada. El nerviosismo me invade, pero no me atrevo a moverme.

No estoy muy segura de cómo actuar ahora que lo sabe todo. Jamás imaginé que sería capaz de decírselo. Mucho menos creí que se lo tomaría como lo hizo. Dejando de lado la parte en la que casi mata a golpes a mi agresor, se lo tomó bastante... bien.

De cualquier modo, la incertidumbre no deja de torturarme. Aún no sé qué piensa al respecto y, si soy sincera, no sé si quiero saberlo.

Trato de enfocarme en el presente y me aclaro la garganta para llamar su atención. Entonces, sale de su ensimismamiento casi con brusquedad. Sus ojos encuentran los míos y, por un instante, luce aturdido. Abre la boca para hablar, pero lo piensa mejor y no lo hace.

Todo su cuerpo irradia inseguridad y tensión. Sé que se siente igual que yo y eso me hace sentir un poco menos ansiosa.

—Te fuiste —digo. No pretendo que suene a reproche, pero lo hace.

—Me levanté hace un rato —un poco de la tensión en sus hombros se esfuma. Entonces, me regala una sonrisa cargada de disculpa—. No quería despertarte.

Mis puños se aprietan contra mis costados, pero me obligo a sostenerle la mirada.

—¿Está todo bien? —mi pregunta suena aterrorizada. Necesito saber en qué lugar nos ha puesto mi confesión. Necesito saber si sigue viendo en mí lo que veía antes de saberlo.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora