Capítulo 34

737K 40.1K 24.2K
                                    



Un escalofrío rompe con el encanto del sueño en el que me encuentro atrapada. De pronto, soy consciente del cálido y áspero tacto en la piel sensible de mi espalda.

Mi carne se pone de gallina y hormiguea debido a la suavidad y cuidado de los patrones trazados en mí y me remuevo con incomodidad sobre la dura superficie contra la que estoy acostada.

Una risa ronca vibra debajo de mí y suelto un quejido adormilado cuando un par de manos grandes ahuecan mi trasero por encima de mi ropa interior. Todas mis esperanzas por continuar dormida se van al caño en ese momento.

Las manos de Harry aprietan mis casi inexistentes atributos y estiro las mías para sostener sus muñecas, con toda la intención de apartarlo. La vibración de su risa retumba en mi caja torácica y abro los ojos solo para mirar el lugar donde me encuentro.

Estoy recostada —literalmente— sobre su anatomía, como si fuera un colchón humano del que pudiese aprovecharme.

—¿Te gusta, pequeña? —el susurro juguetón y divertido, me hace querer golpearlo y besarlo. Ambas cosas al mismo tiempo.

Mascullo algo que ni siquiera yo misma logro entender y él gruñe un poco antes de ceder y alejar sus manos de mi cuerpo. Entonces, cuando creo que va a dejarme tranquila, introduce las manos dentro del material de mi ropa interior y aprieta con fuerza.

—¡Harry! —chillo y me remuevo con tanta fuerza que caigo fuera de su cuerpo.

Casi puedo sentir el golpe del suelo en mi cara, cuando un brazo fuerte y firme se envuelve en mi cintura y me detiene antes de que impacte contra la alfombra. Después de asegurarse de que no voy a estampar mi cara, cede su agarre; de modo que me encuentro arrodillada sobre el piso de la habitación.

Mi vista se alza solo para encontrarme con la sonrisa burlona de Harry Stevens. Su cabello largo está revuelto y desordenado, y sus ojos están hinchados por el sueño; su postura es desgarbada y relajada, mientras que los músculos desnudos de su pecho suben y bajan con el movimiento de su risa silenciosa.

—Ya que estás levantada —dice mientras reprime una carcajada—, ¿no quieres hacerme algo de almorzar?

Esbozo una sonrisa irritada.

—¿Te dejo tocarme y ya quieres que te prepare el almuerzo? —digo, con fingida indignación.

Él se encoge de hombros y me regala una sonrisa descarada.

—Creo que lo merezco —dice—. Creo que hice un muy buen trabajo anoche.

La vergüenza quema en mi rostro y aprieto mis puños mientras lucho contra la risa nerviosa que se construye en mi pecho.

—Tonto —mascullo mientras me pongo de pie y avanzo hasta la puerta de la habitación. Llevo puesta una playera de Harry, pero me queda tan grande, que cubre la mitad de mis muslos.

—¡Oye! —medio grita a mis espaldas—, ¡quiero huevos con tocino!

Me detengo en seco y miro por encima del hombro.

—No voy a cocinarte. Debo ir a trabajar.

Él suelta otra carcajada.

—¿Sabes qué hora es, Maya? —dice, sin dejar de reír—, ¡son casi las dos de la tarde!

¡Mierda! —la palabra sale de mi boca sin que pueda detenerla—, ¿por qué no me despertaste antes?

—Desperté diez minutos antes que tú —se justifica, encogiéndose de hombros—. No puedes culparme.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora