Capítulo 44

508K 36.1K 16K
                                    



Mi vista se clava en la entrada principal del establecimiento donde Anne Hill trabaja y mi corazón se acelera.

Me estoy acobardando. No debería estar en este lugar. No cuando fui yo quien permitió que Harry se alejara de mí. No cuando ni siquiera intenté saber de él durante casi cinco meses...

Hace dos semanas que vi a Harry por última vez. Hace dos semanas que me dijo que se marcharía de la ciudad y, desde ese entonces, la sensación de pérdida ha hecho de mi alma una casa y se ha refugiado ahí noche y día.

No he podido dormir, no he podido concentrarme en nada, ni siquiera he podido comer. Lo único que he hecho, es pensar en la decisión que ha tomado. Eso es, precisamente, lo que me ha traído hasta aquí.

He venido con el absurdo propósito de decirle a Anne que su hijo planea irse. He venido a ser una completa idiota para así impedir que Harry se marche.

Sé que no es justo para él que lo traicione de esta forma. Sé que esto está mal de todas las maneras posibles y que no debería de estar aquí. Es por eso por lo que estoy acobardándome.

A pesar de que deseo con todas mis fuerzas entrar a esa cafetería y contarle a esa señora acerca de los planes que tiene su hijo, hay una parte de mí que aún le es leal y solidaria.

Si Harry quiere irse, no tengo derecho alguno de impedírselo. Así me duela un infierno, debo aceptarlo. que debo aceptarlo...

«¿Por qué carajo me cuesta tanto trabajo hacerlo?».

Un suspiro lento sale de mis labios, y la opresión en mi pecho aumenta. El desasosiego hace que mi pecho se contraiga y la intranquilidad e inquietud se filtran entre mis huesos.

Me digo a mí misma que no puedo hacer nada para evitar que se vaya y que, a la larga, esto será lo mejor para él. Que se alejará de toda esa gente que lo único que ha hecho es perjudicarlo y que va a iniciar una nueva vida lejos de todos los peligros que suponen pertenecer a una banda que trafica drogas.

Trato de mantener a raya la tristeza, pero apenas puedo lidiar con el centenar de emociones que me invaden. No tenía idea de cuánto me seguía importando su bienestar. Nunca imaginé que, a pesar del tiempo, seguiría preocupándome de esta manera por él.

Fui una tonta al creer que lo había superado del todo. Fui estúpida al pensar que podría verlo sin sentir absolutamente nada...

Mis ojos se cierran y niego con la cabeza antes de obligarme a dar un par de pasos hacia atrás.

«No puedes hacer esto, Maya. Está mal». Me digo a mí misma, pero miro una vez más hacia los ventanales del establecimiento en busca del familiar rostro de Anne.

No logro localizarla.

Entonces, la vocecilla interna de mi cabeza me dice que es mejor así, que Harry jamás me perdonaría si le digo a su madre lo que planea y que él estará bien. Trato de convencerme de que ha sabido cuidar de sí mismo durante mucho tiempo, y que podrá con esto y mucho más. Trato de convencerme a mí misma de que no va a ocurrir nada malo si permito que él se vaya y, solo hasta ese momento, soy capaz de obligarme a girar sobre mis talones para echarme a andar por el pasillo atestado de personas.

Avanzo por el corredor mientras trato de deshacer el nudo que se ha formado en mi estómago. Me siento impotente, pero he tomado una decisión... No voy a tratar de impedir que Harry se vaya. No tengo el derecho, siquiera, de intentarlo.

—¡Maya!

Mi cuerpo se tensa al instante y mi estómago se revuelve con violencia. Trato de recomponerme de inmediato y sigo avanzando. Si tengo suerte creerá que no he podido escucharla y podré salir de este lugar sin tener que enfrentarla.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora