Capítulo 37

488K 35.9K 16.7K
                                    



No es real.

Nada de esto es real.

No se siente como si lo fuese.

Bailo en el limbo de la inconsciencia y todo parece haberse ralentizado y difuminado. Estoy dentro de un túnel inmenso donde solo existen palabras entrecortadas y rostros confusos a mi alrededor.

Un grito se abre paso y taladra en mis oídos. Quiero que se calle. Quiero que deje de masacrar mi cerebro con su potencia irritante...

Entonces, me quedo sin aliento y el sonido se apaga.

Solo hasta ese momento, me doy cuenta de que el grito provenía de mis labios. Solo hasta ese momento, soy consciente del dolor lacerante en mi cabeza y, solo entonces, soy capaz de enfocar la vista en el caos de sombras y luces parpadeantes que me envuelve.

Un rostro familiar aparece en mi campo de visión y se va casi de inmediato. Las palabras brotan de mis labios, pero ni siquiera sé qué es lo que digo o por qué lo digo.

Un caleidoscopio de imágenes inconexas y confusas se entreteje en mi campo de visión y estoy flotando. Me muevo sin dirección alguna porque ya no soy dueña de mi cuerpo, y una fuerza mayor me arrastra y me guía hacia un lugar desconocido.

El sonido de las sirenas viene a mí. Una voz pregunta mi nombre y no puedo conectar el pensamiento «Maya Bassi» con mi boca. No puedo hablar. Es como si hubiese perdido la capacidad de emitir sonidos con mis cuerdas vocales.

Todo mi ser está envuelto en una capa aterradora de dolor intenso y profundo. El sabor de mi sangre invade mis papilas gustativas y el líquido caliente se cuela por mi garganta hasta hacerme toser.

Los espasmos envían choques punzantes por toda mi anatomía y quiero gritar una vez más.

Es demasiado. No puedo más. Es demasiado...

Mi vista se oscurece por los bordes y sé que no podré soportarlo más. Voy a desmayarme. Voy a perderme en el mar de la inconsciencia.

Un zumbido se mezcla con el pitido rítmico que se cuela en mi audición

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un zumbido se mezcla con el pitido rítmico que se cuela en mi audición. El mundo parece estar a punto de despedazarse debajo de mí y lo único que quiero es que el silencio absoluto lo engulla todo.

Soy consciente del hedor a alcohol y antisépticos, y de la resequedad que hay en mi garganta. Se siente como si me hubiese tragado una bolsa de clavos.

Lucho por abrir mis ojos, pero lo único que consigo es un débil revoloteo de pestañas. La desesperación se hace presente en mí en ese momento.

—¿Maya? —todo cae en su lugar. Todo vuelve a tener sentido en el instante en el que él pronuncia mi nombre—. ¿Maya, me escuchas?, ¿estás despierta?

Dedos cálidos se entrelazan con los míos y la suave y familiar presión hace que luche con más fuerza contra la bruma que me hunde en este limbo profundo.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora