Capítulo 46

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La habitación está sumida en total oscuridad. Me toma unos instantes acostumbrarme a la poca iluminación de la estancia, y darme cuenta de que no me encuentro en el apartamento de Kim.

Estoy acomodada sobre mi costado, y un pesado edredón cubre mi cuerpo. Mis párpados pesan y mis músculos se sienten agarrotados. La calidez que me envuelve es tranquilizadora, así que me quedo unos segundos en esa posición. Una extraña sensación de paz se ha apoderado de mi cuerpo, y no quiero que se vaya. Quiero mantenerla conmigo el mayor tiempo posible.

Me siento algo inconexa de la realidad debido a los vestigios de sueño que se han arraigado en mi cuerpo, pero, una vez que soy más consciente de mí misma, me obligo a girar sobre mi espalda e incorporarme con lentitud.

El pesado material que me cubre cae sobre mi regazo y deja al descubierto mi desnudez. El frío me eriza la piel y tomo la tela acolchada para volver a cubrirme. Mi ceño se frunce ligeramente porque no soy capaz de reconocer la habitación; sin embargo, al cabo de unos segundos, los recuerdos se agolpan en mi cabeza.

Estoy en la habitación de Harry...

Mi vista se vuelca hacia un lado solo para darme cuenta de que no se encuentra aquí. Algo extraño se asienta en mi pecho en el momento en el que me percato del silencio enfermizo que se ha apoderado del ambiente y, de pronto, el miedo de haber sido abandonada a mitad de la noche es casi tan grande como la humillación que empieza a apoderarse de mi cuerpo.

«¿Se marchó? ¿Harry se marchó sin decir nada?...».

—¿Harry? —mi voz suena más ronca que de costumbre y un destello de pánico se filtra en ella.

El silencio que le sigue a mis palabras, hace que un sabor amargo invada mi boca.

«Estás sola...». Susurra una voz en mi cabeza, pero trato de hacerla callar.

Me pongo de pie con torpeza. Mis rodillas tiemblan, el ligero dolor en mis muslos es solo un recordatorio de lo que sucedió anoche entre Harry y yo, y las imágenes de lo ocurrido vuelven a mí.

Mi pecho duele solo de imaginar que se ha marchado sin siquiera decir adiós, pero me las arreglo para mantener el pánico a raya.

Rápidamente, envuelvo el edredón alrededor de mi cuerpo y avanzo en dirección a la sala. El pasillo se siente más estrecho que nunca, el aire me falta y las lágrimas se encargan de nublar mi vista.

—¿Harry? —mi voz se quiebra mientras elevo el tono de mi voz. El miedo es palpable ahora.

Los monstruos que acechan mi cabeza no dejan de susurrar cuán estúpida fui al entregarme a él sin tener garantía alguna de que se quedaría, pero mi corazón no deja de luchar contra ellos y decir que no importa. Que quería que pasara sin importar nada.

Avanzo hasta la sala y me congelo al descubrir que está completamente vacía. Me encamino a toda velocidad hacia la cocina, pero tampoco encuentro nada ahí. Pronuncio su nombre una vez más, pero suena más como un gemido lastimoso que como una llamada para preguntar dónde se encuentra.

Todo pierde enfoque de repente. Las paredes se sienten estrechas y me cuesta respirar correctamente.

Se ha ido.

Ni siquiera se despidió.

No tuvo la decencia de despertarme y decir que se iba.

Una punzada de dolor atraviesa mis entrañas, y las lágrimas comienzan a abandonarme. Harry se fue sin decir adiós. Se fue sin siquiera tener el valor de mirarme a la cara una última vez...

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora