Capítulo 8

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Han pasado dos semanas desde que llegué al apartamento de Harry. Hace una, pude volver al trabajo. Los moretones apenas son manchas verdosas que tiñen mi piel y la hinchazón de mi cara ha disminuido casi por completo; sin embargo, el señor Jones, el dueño del restaurante, ha decidido enviarme a la cocina a ayudar a lavar platos. Dice que mi aspecto no es óptimo para atender mesas ahí afuera y estoy de acuerdo con él.

Jamás había experimentado la paz que siento ahora. El único momento del día en el que tengo miedo, es cuando subo las escaleras y paso frente al apartamento que solía compartir con papá. Hace dos noches, lo escuché gritar mi nombre desde el piso inferior y sentí que me desvanecía del terror. Harry no se encontraba en casa y estaba aterrorizada con la idea de mi papá buscándome como loco por todo el edificio; sin embargo, no pasó a mayores.

Mi relación con Harry, por otro lado, no es la mejor del mundo. Apenas si habla conmigo. La última vez que entablamos una conversación fue cuando le pedí que pusiera una cuota para mi estadía temporal. Él se negó rotundamente a aceptar mi dinero y discutimos una vez más.

Finalmente, cedió cuando le dije que me iría si no me dejaba aportar algo de dinero. Apenas hablamos desde entonces. Preparo la cena para él todas las noches, pero no se sienta en la mesa conmigo; espera a que yo me duerma para acabar con lo que sea que haya hecho para alimentarnos.

He notado, también, que casi no duerme... —por no decir que no duerme en lo absoluto—. Me he levantado varias veces a mitad de la noche para ir al baño, y siempre soy capaz de escuchar el susurro del televisor encendido.

Lo cierto es que no sé absolutamente nada del tipo con el que vivo. Le llaman por teléfono con frecuencia, pero siempre cuelgan cuando me toca atender. Una vez, se atrevieron a hablarme. Preguntaron por Bestia y fue mi turno de colgar de golpe. Me molesta, sobremanera, que le llamen así a un chico como Harry. Él no es ninguna bestia.

Hay días en los que desaparece todo el día y no vuelve hasta que llega la noche; y hay otros en los que se la vive dentro de casa. No sé a qué se dedica, ni de qué vive. Ni siquiera sé cuántos años tiene o si tiene un segundo nombre. Tengo cerca de un mes conociéndolo, dos semanas conviviendo a diario con él, y aún sigo sin descifrar qué se esconde debajo de esa capa de hostilidad y dureza.

La incertidumbre está matándome. Siento que necesito saber más cosas sobre él, pero su armadura es tan cerrada, que no he podido penetrarla por ningún lado.


Corro el tramo de escaleras que separa el lugar donde vive mi papá del apartamento de Harry. La sola idea de encontrarme de frente con mi padre me pone la carne de gallina, así que subo a toda velocidad. Cuando estoy a punto de llegar, tropiezo con mis propios pasos y apenas tengo tiempo de apoyar mis manos para amortiguar el golpe de mi cuerpo.

Mi respiración es dificultosa, así que me obligo a tomar un par de inspiraciones profundas para acompasar el ritmo acelerado de mi corazón. Me pongo de pie y subo los pocos escalones que faltan, antes de tomar la llave que Harry me dio hace unos días, y entrar en la estancia.

Cierro la puerta detrás de mí, y me congelo en el momento en el que escucho el sonido del televisor.

«Harry...».

Ni siquiera sé por qué estoy tan ansiosa. Una parte de mí desea correr y encerrarse en la habitación. Me pone tan nerviosa, que apenas soy consciente de mí cuando está a mi alrededor.

Me digo a mí misma que es solo Harry, y que él ni siquiera parece notarme cuando está cerca y eso me calma un poco.

Avanzo hasta la sala y abro la boca para saludarlo, pero me congelo en el momento en el que me percato de la botella de tequila que descansa en su mano. Su mirada se clava en la mía y el miedo atenaza mis entrañas; sin embargo, me obligo a no apartar la vista de él.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora