Capítulo II

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Cuando el entró a la estación no esperaba ver algún cambio, pues el vomito blanco y gris de afuera seguía siendo el mismo, sin embargo estaba viendo  colores en ese lugar, tonos claros de azul y dorado, haciendo que se viera diferente, la sargento Jenny aun estaba allí como “recepcionista”, atendiendo llamadas y asignando patrullas a dar algún recorrido por las calles. Vigilando que todos y cada policía del lugar este haciendo lo suyo.

-Detective.- Saludó ella sin levantar la vista y atendiendo el teléfono al mismo tiempo, Campbell cerró la boca había estado apunto de hablar.- Si, acaba de llegar.- Dijo ella anotando alguna cosa importante en su habitual papeleo, su cabello canoso estaba apretado en su nuca, en una trenza recogida, su blanca piel demostraba sus años de edad haciéndola parecer severa, pero fueron sus cálidos ojos los que le dieron la bienvenida cuando lo miró.- El capitán te está esperando.- Ella apuntó con su lapicero hacia las escales de la derecha después de colgar.

-Gracias Jenn.

Ella asintió, aún mirándolo.

Campbell esperó.

Y ella sonrió volviendo a sus asuntos.

Campbell sabía lo que la vieja Jenny quiso decir con esa sonrisa.

Es bueno tenerte de vuelta.

Al menos hasta ahora, alguien se alegraba de su regreso.

El subió las escalera al siguiente piso, donde esperaba que aún estuvierabsu escritorio, miró las misma fotos de la pared a su izquierda, fotos de los chicos saliendo de la academia, méritos que ha recibido la estación, estaba tambien la policía metropolitana y algún que otro recorte de periódico enmarcado con algún crimen resuelto que los anteriores detectives habían resuelto. Supo, sin tener que preguntar, sobre los marcos con los casos que el resolvió fueron quitados.

Por dios James. Se dijo. Escúchate pensando en esa tontería.

Solo que Campbell sabía que no era una tontería, era su trabajo maldición, tenia derecho a estar mal, con el estomago revuelto, y si, nervioso.

Al llegar notó 4 escritorios.

Uno era el suyo.

Gracias dios.

Sin embargo estaban vacíos y ubicados uno frente al otro, sobraba mucho espacio, la vieja pizarra donde colgaban las fotos y datos de los criminales a la hora de un caso estaba apartada a un lado con algunas notas y fotos pegadas a ella, al parecer alguien ha estado haciendo su trabajo, las cuatro ventanas estaban abiertas dejando que solo un poco de luz solar entrara y tocara su antiguo escritorio. 

Campbell colgó su abrigo en el perchero a su lado, el vestía de negro, su color habitual, pantalones de vestir, camisa manga larga de botones, zapatos adecuados, su corto cabello color rubio oscuro estaba en su lugar, su barba bien cortada. Impecable, siempre impecable, si su madre aún viviera estaría contenta con el trabajo que su hijo ha hecho con su imagen, aunque si lo hubiese visto meses atrás en los primeros días que fue suspendido hubiera estado muy, muy, pero muy enojada.

El sonrió al recordarla y cuando miró de nuevo el espacio que sobraba en ese piso no pudo evitar recordar como antes habían sido 4 detectives, 4 escritorios, sin embargo esos viejos detectives se habían retirado, eran de la vieja escuela y querían su merecido descanso, dejando a Campbell solo con el inocente-traidor-de-mierda, Garreth Webber, en esos 3 años que trabajaron “juntos” nunca pensó ser traicionado por un compañero.

Aunque tal vez se lo merecía.

Si, era cierto que Campbell trabaja solo en los casos y que en algún momento consultaba una cosa con Garreth sin agradecerle o darle merito alguno, pues el pensaba que eso era parte de tener a un detective mas sentado en el escritorio de al lado.

Pero no un compañero.

Gracias a su arrogancia, su desconfianza, falta de interés o preocupación por otros llevó a que el pobre Garreth se obsesionara con el, y a Campbell ser el mayor hijo de puta e imbécil que pudo existir.

Garreth quería ser notado, ser respetado por alguien como Campbell, Garreth lo admiraba.

El sabía que no estuvo bien hacer como si el niñato Garreth, por que así era como Campbell lo veía, no existiera. Campbell había olvidado que una vez el tambien fue un detective joven, a los 25 años había llegado a tener un puesto  y su propio escritorio, el mismo sintió esa indiferencia por parte de los viejos detectives, solo por ser joven pero en menos de 5 años les demostró lo inteligente que era y así logrando que ellos lo respetaran como su igual, sin embargo mientras que ellos fueron dos, un equipo desde el principio, Campbell siempre trabajó solo.

Tres años atrás había llegado Garreth, un chico blanco de cabello revoltoso, con hoyuelos en las mejillas cuando sonreía, y semblante tranquilo, tenía 26 años y nunca lo vio como su igual  y simplemente hizo como si no existiera.

Muchas veces su capitán lo regañaba por ser tan indiferente con su compañero.

-No es mi compañero.- Campbell había respondido eso una y otra vez.

Sin embargo Garreth aparentaba estar bien con ello y Campbell seguía haciendo su trabajo. SOLO.

Aveces Campbell supervisaba el trabajo de Garreth, solo por que su capitán lo ordenaba, pero el sabía que para que Garreth estuviera allí, tenia que ser alguien inteligente.

Muy en el fondo Campbell llegó a sintir ese miedo estúpido de que quizás el podría quitarle su puesto de trabajo, o ser su sustituto. Fue algo terrible de pensar, pero Campbell se aseguro de que eso no volviera a pasar por su mente y jamas sentir algo como eso de nuevo, sin embargo nunca hizo nada para tratar a Garreth con el respeto que su inteligencía merecía.

Campbell Fue un imbécil.

Fue un ciego y desconfiado.

Y para cuando abrió sus ojos y quiso confiar.

Era muy tarde.

Sus manos con la sangre de Garreth mientras sostenía su propia arma, era prueba de ello.

Con un suspiro de cansancio avanzó y giró a su derecha hacía la oficina de su capitán las persianas estaban abajo pero podía escuchar voces que provenían de allí, una mujer y el capitán Reynolds, Campbell no quiso esperar y toco la puerta.

-Adelante Campbell.- Dijo Reynolds. El abrió la puerta y para su sorpresa la mujer que casi atropelló estaba sentada frente al escritorio de Reynolds, ahora llevaba el cabello recogido en una cola de caballo, su capitán estaba parado frente a la ventana mirando hacia la calle, la mujer observó a Campbell por un momento enarcando una ceja y sonrió sarcásticamente, Campbell le devolvió el gesto.-Toma asiento.

Campbell lo hizo,  aunque el hubiese preferido estar de pie.

-Capitán.- Saludó el asintiendo.

-Te presento a la detective Tabitha Rodriguez.- Reynolds se giró hacia ella.- ¿Lo pronuncié bien?.- Ella solo asintió, y su capitán sonrió con autosuficiencia, se veía como siempre, vestido con traje, corbata, cabello marrón moteado de gris a los lados, bien peinado, piel morena, ojos cafés y con 1.80 de altura, era un hombre que se conservaba, tenía 54 años y sin embargo aparentaba menos. Campbell se giró hacia ella extendiendo su mano, y casi dejándola caer cuando su capitán dijo.-Tu nueva compañera.

CRIMINALES DE LONDRES JACK EL DESTRIPADOR (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora