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06_Cap_

Se dice que se puede adivinar cómo se va iniciar un día, después de todo el amanecer solo es la continuación de la noche, pero nunca se sabe cómo va a terminar un día, aún cuando haces planes estos no necesariamente siguen las pautas dadas, siempre puede dar un giro inesperado.

Mientras Horacio sufría un espasmo por la fría madrugada , entre abrió los ojos y sintió los músculos resentidos quizá por dormir en una mala posición y a la intemperie, aún así mientras sus ojos se acostumbraba a la luz de un naciente día, se percató de quien al igual que él le acompañó en su extraña noche de copas. Aquel hombre que parecía comportarse de forma correcta, acostado en la tumbona con el flequillo cubriendo parte de su calmado rostro, pudo ver en este el recuerdo de una sonrisa parcialmente iluminada bajo el sol de la ciudad de Los Santos.

Su mano se extendió con la intención de acomodar aquellos mechones negros, que según el recuerdo eran grises, pero sus agudos sentidos le alertaron de que alguien se acercaba, retrajo la mano y se cubrío el rostro con el antebrazo. Quizá por ello no observó que no fue el único que sintió los pasos de alguien más, porque la mirada adormilada de Victor comenzaba a buscar la razón de aquel otro intruso, el cual no tardó en aparecer volteando la esquina de la casa, con un vaso de jugo de naranja en cada mano, aquel extraño que escondía su rostro tras una máscara de nabo sonriente.

La figura se detuvo frente a ambos y en silencio ofreció las bebidas a cada uno. Volkov dejó ir un quejido de seguro por sentir también las molestias de dormir fuera, pero no tardó en aceptar la bebida tras decir un corto gracias, con una voz algo ronca. Aquel tono de alguna forma afectó al otro que tuvo que mantener por algunos segundos más el brazo en el rostro, por sentir un poco de calor en las mejillas, solo cuando creyó que aquel errático latir en su corazón se detuvo con un movimiento impulsivo se sentó también y estiró los brazos cual gato al estirarse para luego tomar el vaso que aún esperaba ser aceptado.

De alguna forma aquel líquido cítrico hizo maravillas en estos, y fueron tras el chico de la máscara que los guió silenciosamente hasta la caravana. Donde al ingresar casi ambos suspiraron ante el aroma de la fritura de lo que esperaban sea tocino.

Sin embargo esa mañana Horacio estaba siendo muy consciente de Victor, incluso cuando ingresó a la casa rodante su primer instinto era caer desparramado en el sofá esperando que Gustabo sirviera el desayuno, observó cómo al contrario de él, el de cabellera negra mencionaba que aprovecharía para darse una ducha, lo cual era una gran idea quizá para relajar los músculos entumecidos, pero no dejó de observar su rutina, cada movimiento que hacía parecía hacerlo con calma, quizá porque obedecía a una estructurada forma de actuar, incluso cuando regresó volvía a vestir de aquella forma tan pulcra, aún aquella forma de ser sólo revelaba disciplina, una aprendida, una practicada desde hace mucho, una instruida que servía para nos desviar las acciones de una persona en despropósitos.

Aquel estilo de vida que una vez incluso él había caminado, intentando entrar en un molde, no hizo más que afianzar la idea que él parecía haberse autoimpuesto unos grilletes, por lo que había dejado de lado todo aquello, para recuperar su libertad. Pero mientras miraba a Victor buscar la vajilla para ayudar a emplatar el desayuno, supo que en él aquel estilo de vida parecía ayudarlo a encontrar su norte, lo ubicaba, lo mantenía en flote. Y a diferencia quizá de lo que sintió anoche, aceptó que no era tan malo un poco de orden, la rutina produce calma, seguridad.

En el desayuno que extrañamente eran 4 aunque el joven de la máscara se negó a quitarla, y solo procedió a beber por medio de un pajilla/popote/sorbete/cañita un poco de jugo, mientras los otros comían a gusto el desayuno, Gustabo anuncio:

— Como lo habíamos planeado, hoy nos toca movernos a la siguiente locación. Estamos de suerte, Nabo nos va ayudar debido a que estoy actualizando su sistema de voz.